Por Sebastián Varceló
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El radicalismo, también local, está generando una serie de acontecimientos más que interesantes. Su histórica de progresismo y uniones en pos de la cultura, la institucionalidad y los derechos del prójimo empieza a caer en saco roto.
El afán por llegar a diferenciarse del gobierno lo llevó a entrar en el laberintico camino construido por Ricardo Alfonsín.
Se unió al marketinero proyecto de De Narváez vacío de contenidos reales y repleto de simbolismos y expresiones de manual. Un armado de escritorio, no de territorio.
Una anécdota recientemente narrada dice que Raúl Alfonsín era partidario de perder una elección, pero, jamás bajar los estandartes del partido. Su hijo parece no tener la misma visión o haber aprendido mal. Se fusionó con la derecha más allá de lo discursivo: lo hizo carne. Sin progresismo y con las afirmaciones más cercanas al período de capitalismo neoliberal que de Bienestar.
A nivel local tuvimos un ejemplo de dignidad: Juan Manuel “Pancho” Torres se postuló a intendente luego del fracaso de la Alianza. Le puso el cuerpo, la moral y la ética al peor momento del partido. No le importó “quemarse” en pos del beneficio institucional de la UCR. Cuando todos huían y criticaban él fue respetuoso de la historia más allá de lo reciente en aquel entonces. Hoy nada de eso se vive en 29 y 30, parece.
Ricardito, como le dicen, efectuó diversos anuncios. Todos contrarios a los avances en términos sociales vividos en el último período que algunos atribuyen al gobierno, pero que en rigor pertenecen a la sociedad y las heterogéneas fuerzas existentes que desde hace tiempo reclamaban.
Alfonsín acaba de declarar que derogará la Ley de Medios. Si realmente piensa hacerlo es grave al tirar por la borda un debate de dos décadas materializado recientemente (Su error es atribuirlo sólo al gobierno). Si en cambio es una simple mentira de campaña también es grave. El camino elegido no tiene retorno.
En Mercedes la adhesión ha sido casi plena. No todos estaban de acuerdo y entre ellos el dirigente Lucas Fal y su grupo. La compostura mostrada es la no sólo respetable sino necesaria de recalcar ante la abulia del resto en especial la juventud que, sin chistar, se suma a una propuesta de derecha, conservadora y ya conocida. Los jóvenes dejaron su llama rebelde al costado. No está mal que adhieran a la derecha, sin embargo, se han presentado olvidando los históricos gritos progresistas del partido.
De algo no caben dudas. Pasarán a la historia, mercedinos incluidos, aunque, no como innovadores sino como un grupo especulador a la altura de la Alianza que terminó con un helicóptero saliendo de Casa Rosada. La UCR merecería, pronto, sacar el radical de su nombre.