Por Luciano Demergasso
Siguiendo la línea de pensamiento de Varceló, la idea de doble filo resulta atractiva. La polarización vivida en las urnas el domingo 23 mostró como dirigentes, o más bien, administradores de recursos públicos, buscaban poner un pie en cada lado del río, cosa que sabemos es imposible.
Se sospechó de más de un funcionario u hombre cercano al actual intendente que se cuidó. Se postuló. Se ofreció como futuro conductor en la nueva era que, al final, no llegó. Algunos quedaron en posición más cercana a la evidencia que otros.
El doble filo de estos personajes sociales deja de ser un problema individual, de una moral y ética subjetiva para convertirse en un problema social cuando tras de si arrastran el normal desempeño de un área, institución o espacio de gestión. Ahí radica el problema al situar su interés personal por sobre el social.
¿Cómo se puede ver? Trámites inviables, expedientes que no se mueven, generaciones de mal humor institucional, declaraciones cruzadas, segunda líneas que dicen b y primeras que dicen a para generar confusión premeditada, títulos ambiguos, galimatías, etc. De esto vimos en las últimas elecciones.
Ese doble filo termina siendo un gestó tan dañino como cualquier otro porque, en si, perjudica a la mayoría.