El mercedino diputado Eduardo Wado De Pedro fue entrevistado por Página/12 como testigo directo de los aconteciendo del pasado 19 y 20 de diciembre de 2001. A continuación la reproducción de la misma:
El 19 de diciembre de 2001, a De Pedro lo llevaron detenido, lo golpearon y torturaron. Aquí cuenta su historia y los inicios de La Cámpora. También habla de los objetivos del gobierno de Cristina Kirchner.
Por Nicolás Lantos
“El 19 participé como un montón de compañeros de la manifestación a la nochecita, después de la declaración del estado de sitio. Esa noche fue de protesta pero también de fiesta porque se veía mucha alegría mezclada con la bronca: me fui a acostar con la sensación de que el pueblo había dicho basta de una forma muy contundente que yo no había visto nunca. Me levanté el 20 de diciembre para ir a trabajar, pero un compañero me comentó que estaban reprimiendo a las Madres, así que fui a la Plaza. Eran las 10 de la mañana. Intenté llegar a la Pirámide, donde estaban las Madres, pero no pude llegar, tuve un altercado con la policía y ellos se quedaron con mi bolso. Cuando fui a buscarlo, me metieron en un patrullero y sucedió todo lo que vino después.”
El relato corresponde a Eduardo “Wado” De Pedro, hijo de desaparecidos, dirigente de La Cámpora, flamante diputado nacional y una de las víctimas de la represión que ejercieron las fuerzas de seguridad de forma indiscriminada aquel 19 y 20 de 2001. “Todo lo que vino después” fue privación ilegítima de la libertad, golpes, torturas y amenazas de muerte. Aún hoy, a diez años de aquella mañana, desde su despacho en el Congreso, admite que no sabe qué hubiera pasado si el patrullero que lo trasladaba no hubiera chocado contra un taxi, lo que le permitió llamar la atención y pedir que lo llevaran a un hospital en lugar de a la comisaría. Así le dice a Página/12 en una charla que arranca hablando de lo que pasó hace una década y culminará intentando imaginar qué puede llegar a pasar cuando transcurra una década más.
–¿Qué relación encuentra entre esa militancia y la que se manifestó en los últimos años de la mano del kirchnerismo?
–La organización política en esa época éramos los que nacimos en la resistencia al menemismo y al neoliberalismo, peleamos para mantener lo que quedaba del Estado de Bienestar en nuestro país. A mi generación, los que hoy tenemos 34, 35 años, nos tocó defender desde la resistencia. ¿Qué relación hay con la militancia de hoy? Toda la relación que hace que yo, que militaba en Hijos, hoy sea un dirigente de una agrupación juvenil como La Cámpora. El Cuervo Larroque, que militaba en Juventud Presente, hoy es conducción de La Cámpora. Mariano Recalde, que militaba en la universidad, hoy es conducción; Ottavis, que tenía militancia social, también… La relación es natural y directa porque La Cámpora se nutre de la experiencia de la resistencia contra el neoliberalismo, toma esas experiencias para mantener una política. No somos ni yuppies ni gente que hace política por un sueldo, sino que somos hijos de esa resistencia, hijos de una generación de desaparecidos. Las cosas que dicen de nosotros la verdad que me entran por un oído y me sale por el otro.
–Entre la crisis de 2001 y la aparición pública de La Cámpora pasaron al menos cuatro años. ¿Qué pasó en ese intervalo?
–En 2002, desde Hijos hicimos una convocatoria a todas las “agrupaciones silvestres”, nacionales y populares, que reivindicábamos las mejores tradiciones del peronismo, que habíamos resistido al menemismo, que no nos habíamos comido la ilusión del falso progresismo aliancista, para discutir la unidad generacional. A esa reunión fueron Mariano Recalde, Andrés Larroque, Javier Andrade, Axel Kiciloff, un montón de personas y agrupaciones que en ese momento no veíamos una generación de políticos en escena capaz de marcar otra lógica. Esas reuniones fueron muy ricas, y Néstor nos encontró discutiendo eso, nos agarró por sorpresa: era el político que nosotros pensábamos que no existía más, el presidente que nosotros llevábamos un año proyectando para 25 años más tarde.
–Así como esa experiencia los marcó a ustedes como militantes, el kirchnerismo marcará a quienes ingresan a militar hoy. ¿Qué diferencias ve entre una época y otra?
–Veo una generación de políticos mucho más sanos, una generación de jóvenes que se incorpora a la política conociéndola como factor de poder, que está aprendiendo las mejores prácticas, que tiene alguien con quien identificarse, que no necesita pensar por la negativa, que se incorpora a un proceso en el que el pueblo siempre tiene más, donde las decisiones cada vez que se disputa poder entre los intereses del pueblo y algún particular son siempre a favor del pueblo. Si todos esos pibes que hoy se están formando siguen militando y aprenden a gestionar creo que tenemos proyecto para rato y estoy convencido de que entre estos pibes y pibas hay un Néstor, una Cristina, un Perón y una Eva.
–Después de ocho años de kirchnerismo, ¿la Argentina está a salvo de otra crisis como la que concluyó en 2001?
–Para evitar que se vuelva a tocar fondo todavía falta mucho y tiene que ver con un cambio cultural. Así como nuestro país comenzó a desindustrializarse en el ’76, esa desindustrialización vino con una conquista cultural y eso no se puede revertir en ocho años. Recién ahora estamos empezando a recuperar la autoestima, a pensar que Argentina somos todos. Estamos en ese proceso, nos quedan cuatro años para apuntalar, para hacer sintonía fina, como muy bien dice la Presidenta, que significa empezar a modificar, sector por sector, todas esas conductas que si bien pueden beneficiar a ese sector en particular, van en contra del interés de todos los argentinos. Recuperar esa idea de interés nacional es lo que nos corresponde como generación. Poder transmitir lo que pasó en el 2001, lo que nosotros vivimos desde la resistencia, para que las nuevas generaciones sean los guardianes de este modelo nacional, popular y democrático.
–Desde el importante rol que se le dio a la juventud de cara a este período, ¿cuáles son los pasos a seguir para conseguir eso?
–Todavía la fragmentación social producida por años de marginalidad, pobreza y desocupación dejó secuelas, y si bien se avanzó mucho en materia de empleo, educación y condiciones de vida tenemos mucho que hacer para que esa generación que más sufrió la década de los ’90 en cuanto a niveles de educación y empleo pueda reinsertarse de la mejor forma posible. Hay que militar y trabajar mucho, ser los mejores gestores del Estado para poder aplicar las políticas que nuestra Presidenta considere que son las adecuadas, para que lleguen a cada rincón de nuestro país la salud, la educación y el empleo. Recordemos que los sueños que teníamos en el 2001 hoy son realidad y nosotros tenemos que ser capaces de volver a soñar una Argentina mucho mejor y que al terminar estos cuatro años sea también realidad.
Fuente: Página/12