Por Alejandro Molle
No deja de llamar la atención observar las coincidencias propositivas que animaban a Manuel Belgrano en 1796 y las que en igual modo asistían a la Hermana Camila Rolón al fundar en Mercedes (1880) la primera de sus casas de la Congregación Josefina.
De la Memoria expuesta por Belgrano ante el Consulado y las declaraciones de la Hermana Camila a un redactor del diario “La Reforma” (Mercedes, 1880), muestran de ambas personalidades que abrazaban por igual similar unidad de criterio en cuanto a la necesidad de ocuparse y brindarse al sector femenino, indefenso y relegado de la sociedad, expresando caros anhelos de movilidad social.
Si cabe los caracterizaré – en este particular aspecto – conceptualmente revolucionarios: uno como ideólogo y propalador, y Camila Rolón como militante, hacedora en la práctica.
Sin dilación alguna vamos al grano.
En los albores de su trayectoria pública Manuel Belgrano se perfilaba como un pedagogo, enseñando, proponiendo e instando a los miembros del Consulado (los concilarios), funcionarios virreinales, comerciantes, etc., a establecer escuelas para niñas. Les decía
“…se deben poner escuelas gratuitas para las niñas, donde se les enseñará la doctrina cristiana, a leer, escribir, coser, bordar, etc., y principalmente inspirarles el amor al trabajo para separarlas de la ociosidad…”.
Observaba que con los conocimientos adquiridos les posibilitaría usar
“…de sus habilidades en sus casas o puestas a servicio no vagarían ociosas, ayudarían a sus padres o los descargarían del cuidado de su sustento, lejos de ser onerosas en sus casas la multitud de hijos haría felices a las familias…”.
Apuntaba al trabajo manual, sin esfuerzo físico por su condición de mujer, porque con la labor
“…de sus manos se irían formando un peculio para encontrar pretendiente a su consorcio; criadas de esta forma serían madres de familia útil y aplicada, ocupadas en trabajos que les serían lucrosos…”.
La primera noticia de la inminente radicación de Camila Rolón en Mercedes corrió a cargo del diario “La Reforma”, en la edición del 8 de enero de 1880 comentando de modo laudatorio que
“…ha concebido fundar en esta ciudad un colegio de niñas, a semejanza de los Estados Unidos y Europa. En este Colegio, además de los conocimientos necesarios a la mujer en sociedad, se la iniciará también en aquellos exclusivamente domésticos, es decir, las niñas que allí se eduquen, aprenderán a la vez y con perfección los trabajos de casa, cuales son coser, cocinar, lavar, etc…”.
El diario veía de suma importancia la apertura porque
“…la posesión de esos conocimientos conviene a las niñas de toda la esfera social…”,
y describía el grado de utilidad. En cuanto a las más humildes dedicaba un particular consejo
“…a las menesterosas nos les faltaría jamás trabajo y pan, dedicándose y ejerciendo algunos de esos ramos. Es evidente, pués, la utilidad de ese colegio, máxime siendo gratuita la enseñanza. El hogar florecería y aumentaría el número de los a formar. El equilibrio se mantendría en la vida conyugal, y lejos sería la mujer un recargo para el hombre, sería un fuerte apoyo y un suave consuelo…”,
y terminará llenando
“…un gran vacío en estos pueblos, todavía embrionarios en el desarrollo de su constitución social y política…”.
Concluía la nota de “La Reforma” deseando los mejores éxitos y haciendo votos de pronta realización, ya que
“…en el sendero del bien no se debe retroceder ante obstáculos ninguno…”.
Tanto Belgrano como la Hermana Camila Rolón con sus iniciativas apuntaban a un segmento social al que debía prestársele particular atención, ya que por sus condicionantes en caso contrario se les ahondaría el carácter de sobrantes de la realidad social. En fin escuelas con instrucción básica y aprendizaje en menesteres con salidas laborales tan en boga en uno y otro tiempo.