Por Luciano Demergasso y Sebastian Varceló
El dirigente de los trabajadores, Hugo Moyano, llevó adelante un paro con movilización y un acto en Plaza de Mayo que sin duda quedará en la historia como el efectuado por el principal socio de la actual gestión hasta hace muy poco tiempo. También por mostrar las divisiones existentes en la Confederación General del Trabajo, las relaciones de poder y las luchas inter sindicales en relación a la interpretación de la realidad que efectúan así como su cercanía al gobierno.
Su discurso es válido en tanto pudo haber cambiado de opinión: de ser un aliado destacado a un opositor en ascenso, sin embargo, eso mismo le quita fuerza. ¿Cómo se explica un cambio tan radical? Los reclamos que hace son parte de la realidad, pero, existen desde que los Kirchner asumieron. ¿Ahora se da cuenta? Preguntas banales que desnudan una actitud y un trasfondo político de lucha de poder.
Moyano podría haber criticado al gobierno por las verdaderas falencias que posee: silencio ante las explotaciones mineras, la ley antiterrorista, las relaciones con los “capitalistas amigos”, los subsidios indiscriminados a unos sectores y no a otros, la relación con algunos intendentes, etc. Sin embargo cayó en el discurso mediático y lo repitió al pié de la letra. Habló de la soberbia presidencial, de la falta de diálogo, de los negocios del pasado de Néstor Kirchner (un verdadero golpe bajo, por más real e indiscutible que sea) y anuncios propios del peronómetro vigente. Es decir que en lugar de reclamar por inclusión social, trabajo asalariado en blanco, impuesto a los ricos y poderosos, participación obrera en las ganancias de las empresas y distribución de la riqueza (no del ingreso, de la riqueza!) se limitó a la pequeñez política de reclamos de la clase media con aspiraciones burguesas inviables. No pensó en términos de proletariado sino de los que ya están adentro. No fue inclusivo sino acumulativo. No quiere decir ello que se deba dejar de luchar por más y mejor salario y condiciones de trabajo para quienes lo tienen.
El discurso tiene una afinidad clarísima e indubitable con las exposiciones de la Mesa de Enlace de las agrupaciones propietarias de la tierra, de los grupos financieros y de las grandes empresas mediáticas. El mismo. Estuvo en sintonía fina con los poderosos lejos del Moyano de los noventa.
Algunos analistas opositores al gobierno ya decían que Moyano quedó debilitado. Del medio millón de trabajadores juntados hace un año sólo convocó entre 20 y 25 mil según Todo Noticias, por ejemplo. Aún siendo sólo de camioneros el número es bajo. Su gremio tiene 150 mil afiliados y no se sumaron tantos miles de otros gremios que adhirieron.
Perdió la posibilidad de correr por izquierda al gobierno, que es lo que más le duele. Le saltó por derecha, que es lo que más le conviene. Dicen que su imagen subió algunos puntos y que la presidencial bajó. Viejo termómetro que sabemos no significa nada en las urnas y más cuando el gobierno tiene ya nueve años de gestión, algo que no es poca cosa en nuestro volátil país, por el contrario, es histórico. (Además es una medición sobre personas, no procesos, que es lo que cuenta en la vida de un país)
El líder de los camioneros también debió vivir las versiones enfrentadas que sus propios hijos daban de la actualidad. Uno mucho más sumiso a los mandatos paternos que el otro. No es un dato menor sino que presenta niveles de racionalidad.
Moyano buscaba posicionarse como el referente opositor al gobierno para continuar sus pasos en la política partidaria (Como Lula, alguna vez dijo). Recién empieza ese camino. Para la sociedad sería mucho más saludable si lo hace desde un campo más original y pegado a la masa de los trabajadores, no sólo a los que más ganan, que no está mal pero es insuficiente. A la vez es necesario que construya su propio y creativo mensaje, sin esa repetición de lo que grandes corporaciones repiten infinitamente. Moyano puso primera, ojalá avance en mejores condiciones.