Por Licenciado Juan José Rodríguez
En el discurso brindado por la presidenta de la Nación, el 8/8/2012, en ocasión de presentar la Planta de Hidrodesulfuración, en la localidad de Ensenada, hizo mención a las dádivas que recibió la esposa del periodista Marcelo Bonelli, durante 4 años, por parte de Repsol, por un monto anual de $240.000 en concepto de “servicios”. Bien, ¿es verdaderamente independiente el periodismo de los que pregonan ser paladines de la independencia?
El poder de la información tiene un rol preponderante en la sociedad. Basta con ver el gran conglomerado de medios que conforman al Grupo Clarín (diarios, de alcance nacional y local, canales de televisión, radios, etc.) para comprobar que la influencia que se puede lograr en la sociedad, a partir de la formación de opinión pública, es de suprema importancia. Por lo tanto, es difícil presumir que pueda haber una línea periodística distinta a los intereses que el Grupo defienda. Por lo tanto, ¿puede un periodista ser independiente dadas las circunstancias? Sin lugar a dudas que no, a menos que no le moleste ser dependiente de tal estructura, sea por afinidad ideológica u otras alternativas, por lo tanto considere que esa “no-dependencia” sea, a fin de cuentas, una libertad.
¿Es la Argentina, el único país que padece los efectos de un monopolio mediático? No, y para confirmarlo, basta con remitirse a la sucia campaña que soportó Barack Obama, de parte de la cadena Fox, previo a las elecciones estadounidenses, la incesante lucha que Rafael Correa mantiene en su país contra ciertos medios poderosos, por sólo citar algunos ejemplos, para comprobar que el fenómeno responde a un comportamiento global, donde el poder de la información es sumamente atractivo para ciertos poderes económicos que no quieren perder sus lugares de privilegio frente a los actores políticos que resulten una amenaza.
Los medios de comunicación, por lo tanto, se han convertido, en gran parte, en una profunda demostración de poder de grupos económicos definidos y los periodistas que forman parte de los mismos, resultan ser voceros de los intereses de tal poder.
Claramente, la libertad de expresión se ve limitada por la concentración de medios en muy pocas manos, a pesar que esas pocas manos se quejen, precisamente, de la falta de libertad de expresión. ¿Será la libertad de expresión la causa de sus malestares o el desenmascaramiento que el poder político lleva adelante de sus operaciones mediáticas? La denuncia de nuestra presidenta ayuda a clarificar quién es quién al momento de informar, transformándose en un mero vocero de, profundos y arraigados, intereses privados.