Carta Pastoral con motivo de la apertura del año de la fe
Mercedes, agosto de 2012
Queridos hermanos:
Como sabemos, el 11 de octubre de 2012 iniciaremos con toda la iglesia, convocados por el Papa Benedicto XVI, el AÑO DE LA FE. Es una invitación conmemorativa de los cincuenta años de la apertura de “la gran gracia de la que la Iglesia se ha beneficiado en el siglo XX. (…) una brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza”[1]: el Concilio Ecuménico Vaticano II (1963 -1965), también los veinte años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, señalado por el Papa como un “subsidio preciosos e indispensable…uno de los frutos más importantes del Concilio Vaticano II”[2] . Este año de la fe culminará el 24 de noviembre de 2013, Solemnidad de Cristo Rey del Universo.
Nos llama el Papa Benedicto en su carta apostólica Porta Fidei, a adquirir una exacta conciencia de la fe, para reanimarla, purificarla, confirmarla y confesarla.
Será necesario releer o bien leer y trabajar los documentos del Concilio, especialmente las cuatro Constituciones, (Constitución sobre la Iglesia Lumen Gentium; Constitución sobre la Divina Revelación Dei Verbum; Constitución sobre la Liturgia Sacrosantum Concilium y la Constitución sobre la relación de la Iglesia y el mundo Gaudium et Spes) pilares donde se apoyan los demás documentos: Decretos y declaraciones. Son textos que “han de ser leídos de manera apropiada y que sean conocidos y asimilados como textos cualificados y normativos del magisterio dentro de la Tradición de la iglesia”[3].
El Catecismo, por su parte ha sido declarado por Juan Pablo II como “regla segura para la enseñanza de la fe y como instrumento válido y legítimo al servicio de la comunión eclesial”[4] . Aquí se encuentran de manera sistemática y orgánica los contenidos fundamentales de la fe y se entrega toda la riqueza de la Iglesia que ha recibido, custodiado y ofrecido en sus dos mil años de historia.
Lo más importante será descubrir que la fe no es un contenido intelectual, no es una teoría, sino el encuentro con una persona, que vive en la iglesia (Jesucristo) y que, a la profesión de fe (credo) sigue la explicación de la vida sacramental, ya que sin la Liturgia y los Sacramentos “la profesión de fe no tendría eficacia, pues carecería de la Gracia que sostiene el testimonio de los cristianos. Del mismo modo –concluye el Papa – la enseñanza sobre la vida moral adquiere su pleno sentido cuando se pone en relación con la fe, la liturgia y la oración”[5]
Muchas veces el Papa recurre a la metáfora del camino: la fe como camino y el camino de la fe, pero antes del camino está la puerta, de allí el nombre de la declaración de convocatoria: la Puerta de la Fe Porta Fidei (cfr. Hch 14,27). La fe es, por una parte, adhesión a los contenidos recibidos por la Revelación Divina, que nos transmite la Iglesia y se viven en ella y, por otra parte se apoya en la confianza absoluta en el testimonio divino, que no engaña (le creemos). La teología habla de “creer que” y “creer en”, la fe objetiva y la fe subjetiva.
La fe no es tampoco un acto privado, para vivirla de manera individual, sino que exige de por sí una responsabilidad social de lo que se cree, una dimensión pública donde se profesa y se manifiesta esta fe. Desde este punto de vista podemos constatar en nuestro país, que se declara en su inmensa mayoría cristiano, una contradicción: la generalidad sostiene tener fe cristiana y católica, pero a su vez, los valores de la fe son ignorados, negados y hasta combatidos por quienes se llaman cristianos: no se ha llegado a impregnar la cultura con los valores cristianos. Esto hace más necesario un replanteo, una nueva evangelización, una misión permanente, volver a predicar la fe sin dar nada por supuesto.
El testimonio de caridad, que pone por obra la fe, será el signo más elocuente para que otros crean. La fe se demuestra en las obras de amor hacia los demás. (Cfr. Sant. 2,14 -18).
La fe es un acto personal y comunitario: es un don de Dios, para vivirlo en la gran comunión de la iglesia y comunicarlo al mundo, como discípulos misioneros de Aquel que da inicio y lleva a término la obra.
Como familia arquidiocesana daremos comienzo solemne a este año de la fe con la celebración de la Santa Misa en la Basílica Catedral Nuestra Señora de las Mercedes el día 8 de septiembre a las 17:00 hs., coronando el encuentro de agentes de pastoral. También el mismo 11 de octubre, en cada parroquia se hará una apertura con toda la comunidad y a lo largo del año habrá diversas iniciativas que nos ayudarán a profundizar en este gran regalo del Señor.
Tendremos que dedicar tiempo para organizar eventos parroquiales, encuentros de formación, catequesis, trabajos en colegios e instituciones, programas en los MCS, publicaciones, etc., presentando la belleza de la fe. Podemos aprovechar los momentos fuertes de la liturgia, en modo especial la Navidad, la Pascua, las fiestas Patronales, otras celebraciones populares para abrir espacios de diálogo, estudios, asunción de compromisos. Serán oportunos testimonios claros y concretos (¿por qué no personas conocidas en nuestras comunidades?, o bien vidas de santos, especialmente contemporáneos).
Recordemos, como nos señalan los obispos en Orientaciones Pastorales para el trienio 2012 -2014, el estilo pastoral que debe animarnos: la alegría, el entusiasmo y la cercanía (cfr. Cap. III) ya que se trata de manifestar a Jesucristo. “Conocerlo es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida y darlo a conocer con nuestras palabras y obras es nuestro gozo”[6].
Pidamos al Señor Jesús, por intercesión de nuestra Madre, la Virgen de Luján, que nos aumente la fe, nos de la Gracia de perseverar y la valentía para comunicarla.
+ Mons. Agustín Radrizzani
Arzobispo de Mercedes – Luján