Por Luciano Demergasso
En los próximos días la Liga Mercedina, en Comisión, debatirá lo que entendemos es el hecho social más trascendente del último tiempo en nuestra ciudad. Y más. Existe una idea que propone jugar el Fútbol Infanto Juvenil en un campeonato sin puntos.
Este acontecimiento posiblemente esté motivado por los hechos de violencia recientes, sin embargo, tienen en sus manos un paso histórico, progresivo, progresista y pedagógico que ignoro si todas las instituciones integrantes han tomado conciencia de ello.
La competencia es algo que puede despertar lo más deleznable de cada uno, a contrapelo de lo que el sentido común dice y es que sirve para mejorar. No. Eso estará bien en el plano de la empresa capitalista, pero, en el aspecto social y humano jamás. Ahí la competencia se vuelve dañina, formadora de un espíritu individualista, ambicioso y resultadista, de acumulación y de objetivos cerrados. En la formación del infante no hay acto más despreciable que la estructuración del espíritu competitivo que pregona la victoria, el triunfo, la derrota del prójimo como realización propia. Es decir, dejar atrás a los que sean para subirse a un trono y obtener algo simbólico: la derrota del otro.
Los integrantes de la Liga pueden dar el primer paso a un cambio histórico. Está en sus manos la creación de un nuevo espíritu, solidario y sano, de juego hermanado por lo que es el deporte en sí y el cuidado de la salud, no por la competencia y los puntos que no son formativos, sino un elementos de diferenciación de sujetos, cuando, en rigor, de lo que se trata es de fraternizar.
Nos queda un sabor agridulce. La propuesta es excelente. Progresista. Ejemplificadora. Recuerdo que uno de los varios motivos por los que la última Dictadura Cívica Militar cerró íntegramente la Universidad Nacional de Luján fue que no ponía puntos a los exámenes. Sino un simple “aprobado” o “recupera”. Las autoridades lúcidas de la época juzgaban la puntuación creaba competencia, espíritu individualista y un estadio de no solidaridad entre pares para compartir y socializar el conocimientos. El deporte, como la educación, son actividades humanas. Profundamente arraigadas en los canales de solidaridad y búsqueda de mejoras sociales. El no puntuar el deporte puede convertirse en un acto de superación que en un principio puede ser difícil de asimilar, sin embargo, a largo plazo se trataría de un paso gigantesco en la integración deportiva en su aspecto más positivo: se hace deporte por la salud, el entretenimiento, el contacto entre niños, no por puntos, competencias y derrotas, que es un espíritu empresarial no necesario de integrar naturalmente en este proceso social tan profundo en la conformación del niño futuro adulto.
¿Estarán los clubes dispuestos a entender el deporte como acto de vida y no bajo el binomio victoria – derrota? ¿Se animarán al menos a una prueba piloto? ¿Acaso creen los clubes que sólo tiene sentido si se suman puntos, se sale campeón o que alcanza con crear el sentido de acto social con otros motivadores?
La historia la están escribiendo ellos. Ojalá estén a la altura de las circunstancias y den a nuestros niños un nuevo espíritu formativo – cultural con progresos pedagógico que no incluyan la idea de ganar para ver al otro derrotado, sino, actuar para estar con el otro.