Por Frente Mercedino
La educación es, sin dudas, el gran cimiento para la construcción progresiva de una sociedad justa e igualitaria, y a esta altura está claro que el rol de los maestros excede la transmisión del conocimiento -ya de por sí una tarea complicada-: su misión tiene anclaje en el pasado y el presente pero la mirada puesta inevitablemente en el futuro, se sostiene en la necesidad de inculcar los valores esenciales y apuntala el trabajo de los padres.
Deben existir pocas profesiones con una responsabilidad similar a la del maestro, que tiene en sus manos buena parte del destino de los chicos, que afronta con amor sincero la obligación de predicar con el ejemplo, que inclusive y muchas veces debe despojarse de sus eventuales problemas personales para entrar al aula con una sonrisa.
Hay días en que se les debe hacer difícil, sobre todo en estos tiempos: es ahí cuando nuestra tarea, como individuos y como sociedad, es ayudarlos a sostener su imagen, su autoridad. Porque aquella responsabilidad es su mayor mandato y su mayor peso: nada menos que tomar parte en la formación de una persona, dejarle marcas indelebles en la cabeza y en el corazón. Y justamente cuando esa persona es permeable a la enseñanza y al mensaje como no lo será, tal vez, en ningún otro momento de su vida.
Este 11 de septiembre, por todo lo dicho, les deseamos a los maestros y maestras (a los de la Argentina en general, a los de Mercedes en particular) que se cumplan todos sus sueños; y no solo les expresamos nuestra admiración y respeto por su vocación, sino también por la lealtad que han tenido con esa vocación al momento de elegir su camino. Ahí, precisamente, se encuentra la primera lección que nos dejaron.