Por Sebastian Varceló
Los últimos dos días de campaña fueron, básicamente, sin grandes anuncios, algo que se notó en toda la campaña. No hemos encontrado, salgo excepciones notorias, presentaciones de propuestas o planes de trabajo, planificaciones a largo plazo. Si abundó la agresión, la falta de respeto y la voluntad acusatoria.
La panfleteada de las los últimos días mostró el perfil. Una por cada fuerza política de las que polarizan, firmadas o no, remarcando lo negativo de la otra en lugar de lo positivo de la propia. Ese último aspecto marcó la campaña: no se fue por la positiva, sino, por la negativa. Acusaciones de fraudes, corrupción, clientelismos, aprietes, y lo que se nos ocurra. No de lo que la ciudad necesita en términos reales. Un malgaste de energía y dinero que no nos merecemos.
No quedan muchas esperanzas de que la creatividad política se vea tras las elecciones, que los hoy más preocupados por descalificar en el Cuerpo Deliberativo muestren una mejor cara. Hablamos, claro, de las fuerzas-aparato. Sin aquellas que tienen roles en la administración del Estado, local, provincial o nacional. Las dos primeras especialmente que tanto tienen en juego. Las del pelotón de acompañamiento poseen otro margen de acción, otras voluntades con libertad de jugar en las propuestas reales. PODEMOS y Frente de Izquierda son claros ejemplos. El MIC se concentró en un control de las disputas lanzadas por el Frente Cívico y Social, su competidor directo por una banca para la tercera fuerza. Los demás giraron en torno a los tornados de las fuerzas-aparatos.
Esta elección nos dejará menos de lo que se piensa. No es necesariamente el gran preámbulo del 2015. Argentina nos ha demostrado que está dispuesta a dar sorpresas. Se juega mucho, efectivamente, para los actores involucrados, pero, para la sociedad en su conjunto, menos de los expuesto porque el actual rol del Estado hace difícil que gane quien gane el cambio de rumbo sea radical. Se trata de diez años de kircnerismo que deseándolo o llevado por las conducciones sociales ha restablecido gran parte del Estado de Bienestar, el mismo que el peronismo terminó de desplegar en sus primeros dos gobiernos en las décadas del cuarenta y cincuenta. Cuando el Estado despliega sus brazos sólo un gobierno autoritario, democrático o no, pero que debe usar la fuerza logra replegarlo. Ante la realidad concreta, los hechos materializados, estamos más en el campo de lo simbólico que de lo manifiesto. De allí que tras los discursos el contenido es inevitablemente otro.
El 28 seguirá mucho igual, no por pesimismo, sino por la construcción actual de los vínculos social, sin con ello negar a nivel nacional la capacidad de fuerza que poseen los grandes grupos económicos concentrados y sus alfiles candidateados.