Por José Luís Pisano /
Nacimos en un momento en el que el país festejaba la retirada de una sangrienta dictadura militar que logró, en parte, silenciar a toda una generación de jóvenes con ideales y objetivos muy claros, querían un país y un mundo más justo.
Crecimos en medio de muchas crisis económicas y vimos como era entregado nuestro patrimonio, como los medios de comunicación dominantes nos informaban para desinformarnos, la cultura del consumo se volvía parte de nuestra vida cotidiana, pero no entendíamos mucho, en realidad casi nada, porque estábamos tratando de divertirnos en alguna canchita de futbol del barrio.
Con los años, esta democracia nos permitió (a algunos) seguir estudiando algo mas que la secundaria, sea en nuestra ciudad o en centros urbanos mas grandes como la Capital Federal o La Plata. Allí empezamos a ver lo duro que es la vida, lo que significa realmente vivir de nuestros trabajos y nuestras responsabilidades, como también tener acceso a información que nunca habíamos leído, transformándonos por completo. En el transcurso de estas adaptaciones ocurre la pueblada del 19 y 20 de diciembre de 2001. Recién en esta etapa comenzamos a comprender lo que estaba pasando. Muchos nos interiorizamos un poco en como habíamos llegado a eso y es ahí cuando comenzamos a abrir los ojos frente a una realidad a la que no le prestábamos mucha atención.
Hoy ya somos adultos de treinta y pico, que vemos que la democracia es una herramienta esencial para el desarrollo de un proyecto colectivo que nos incluya a todos, con nuestras diferencias pero con debates respetuosos, porque valoramos como miles de jóvenes nosotros dieron su vida para que hoy podamos decirlo y luchar por lo que creemos es lo mas justo.
Han pasado 30 años y hoy seguimos debatiendo que tipo de país y democracia queremos, pero de lo que si nos alegramos es de que en estos debates estamos todos, y no solamente los aristócratas de la política y los representantes de los poderes económicos, que durante casi 20 años decidían a puertas cerradas sobre la vida del conjunto del pueblo, un pueblo que nunca bajó sus brazos, que cometió errores si, pero que en definitiva fue, es y será el único que hace posible la continuidad democrática que transitamos.
Por otro lado destaco que sistema democrático en el que nos encontramos tiene como valor irrenunciable la LIBERTAD (algo que defenderemos hasta las últimas consecuencias), que ha permitido el desarrollo de experiencias de las organizaciones populares, sociales, culturales y de derechos humanos que han ganado batallas para la ampliación de derechos, como así también el avance en los juicios y condenas a los responsables del terrorismo de estado. Pero que quede claro, la libertad que defendemos no es la que defienden los neoliberales y golpeadores de puertas de cuarteles, ni la de los comunicadores que en defensa de la libertad de expresión dicen barbaridades y construyen realidades que solo les convienen a ellos, libertades que han generado exclusión, analfabetismo, enfermedad y pobreza.
Desde mi lugar de militante, creo que hemos avanzado mucho en este último tiempo, se han realizado grandes avances en materia de ampliación de derechos de los sectores mas desfavorecidos, pero todavía tenemos muchos desafíos pendientes que en estos 30 años de democracia no hemos podido solucionar, como una justa y verdadera distribución de los ingresos, la recuperación real de nuestros recursos estratégicos, la democracia y libertad sindical para que los trabajadores tengamos verdaderos representantes y no burócratas que entregan nuestras luchas, el acceso universal a la educación y la vivienda de todos los niños y jóvenes argentinos.
30 años pueden ser muchos o poco, pero para personas como yo, es toda una vida, y haré el esfuerzo que sea necesario para defenderla y mejorarla, para que las futuras generaciones crezcan en un país igualitario y solidario, donde nacerá el hombre nuevo con valores nuevos como el que nos propuso el CHE, un país que, mas temprano que tarde será socialista.