Por LD //
A esta altura del proceso de expansión de la historia reciente parecería redundante volver a narrar las consecuencias de la última Dictadura Cívico Militar, sin embargo, hay quienes, da la impresión, no terminaron de comprender lo profundo que fue el autodenominado proceso de reorganización nacional en la destrucción del Estado de Bienestar, el aparato productivo nacional y la vida humana. Esto último irreparable y con consecuencias ilimitadas en el tiempo.
Una de las primeras medidas fue determinar que ése día no habría clases. Cerrar las aulas. Un gran símbolo de lo que vendría después. Achicamiento del sistema educativo, la universidad comprometida, la ciencia y la tecnología. Expulsión de todo campo crítico de las instancias institucionales.
Destruyó el aparato productivo nacional, con campañas difamatorias, beneficios al capital extranjero, persecución política, ideológica y material al empresariado no adepto obligándolos a vender a sus socios económicos. Miles de miles de puestos de trabajos destruidos. Transferencia de la deuda más grande, impura e ilegal, de los privados al Estado.
Ruptura del Estado de Bienestar que en el país era sólido con unos brazos amplios cuyo tejido social cuidaba a los más vulnerables. Un Estado que desde el primer peronismo empezamos a conocer.
Fue la apertura del país a la Nueva Derecha, corriente política e ideológica alineada a Nixon y Thatcher que implementó el Neoliberalismo en el país, esa faceta del capitalismo que achicaba el rol del Estado en términos de mayoría y lo ampliaba en términos de minorías económicas-empresariales en un rol subsidiario.
El Golpe se gestó tiempo atrás. Desde 1975 se venía planificando en las altas esferas castrenses y empresariales. Contó con el apoyo de grandes medios de comunicación y de la iglesia católica que supo hacer oídos sordos y mirada ciega a lo que en el país sucedía. (Con excepciones, claro)
La Triple A de López Rega ya había empezado a actuar desde el Terrorismo de Estado. Videla, Massera, Agosti y el resto de los militares lo continuaron en sociedad con empresarios, intelectuales y parte de la sociedad civil.
38 años después seguimos viviendo sus consecuencias. La economía no logró recuperar todo su esplendor. La educación sigue en debate sobre sus dimensiones, rol y necesidades. La industria continúa con amplios sectores ociosos y necesitados de importación. Las fuerzas de seguridad continúan vejando al prójimo con gran impunidad.
Y, lo peor, seguimos y seguiremos llorando a los 30.000 detenidos, desaparecidos y asesinados que, por buscar un mundo mejor, estudiar o trabajar críticamente, ya no están entre nosotros.