Por Lucas Fal //
«Hoy, es duro decirlo, la libertad es un beneficio del que disfrutamos los que no tenemos hambre, los que podemos enviar a nuestros hijos a las escuelas y universidades, los que podemos dormir en una casa sin temor al frío o la lluvia»
Estas palabras pertenecen a Raúl Alfonsín y forman parte de un escrito de su autoría al cumplirse 25 años ininterrumpidos de democracia en Argentina. No estaba culpando a ningún gobierno sino que, crudamente, mostraba las aristas mas duras de una democracia inmadura: La falta de igualdad.
Cuando hablamos de libertad e igualdad difícil es que alguien se oponga a estas consignas en los tiempos que corren. Pero si éstas son solo consignas, si solo son parte de un lindo afiche partidario, sepamos, no tienen valor alguno.
La tarea, a cinco años del fallecimiento del último líder democrático y estadista republicano que haya gobernado nuestro país, es llevar a la práctica estas consignas: Construir una sociedad libre e igualitaria.
La tarea no es de un único partido político, ni de un candidato, ni se agota en la implementación de la Asignación Universal por Hijo, una de las medidas más revolucionarias en materia de redistribución del ingreso que se ha puesto en práctica en los últimos 20 años. Es algo que hay que sostener y construir cotidianamente con diálogo y consenso, en definitiva, con política.
El único que puede garantizar libertad e igualdad en una sociedad es el Estado. Un Estado republicano, un Estado que descanse en leyes e instituciones; en conclusión, un estado que dependa cada vez menos de los gobiernos de turno.
A medida que trabajemos para que la política logre acuerdos a través del dialogo, y que gobierno y oposición fortalezcan al Estado, recién ahí, vamos a poder decir que estamos trabajando para una sociedad mas libre, mas igualitaria, mas solidaria.