Durante la mañana de éste viernes se llevó a cabo el acto homenaje a los Padres Palotinos asesinados durante la última Dictadura Cívico Militar. Fue en el ámbito de la Iglesia San Patricio bajo un marco de público que colmó las instalaciones.
El acto recordó a los Padres Alfredo Leaden, Alfredo Kelly y Pedro Dufau, y los seminaristas Salvador Barbeito y Emilio Barletti. Los tres primeros con raíces profundas en nuestra ciudad.
Se descubrieron tres placas dado que las calles que rodean la Iglesia llevarán sus nombres. La primera placa se colocó en 14 y 19 sobre Padres Kelly, la segunda en 12 y 19 sobre Padres Leaden y la tercera en 14 y 21 sobre padre Dufau.
A la hora de exponer lo hizo en primer término Oscar Apesteguía, en representación de la Comisión de Familiares. Seguido del Padre Tomás O´donnell. Luego el Diputado Provincial Eduardo “Wado” De Pedro quién tuvo unas sentidas palabras en relación a los Curas, pero, también sobre sus padres que fueron víctimas de la sangrienta Dictadura. Un momento sentido pues se veía al Diputado cerca de la foto de su mamá, asesinada. El cierre estuvo a cargo del Intendente Municipal, Carlos Selva, quién recordó las figuras de los Palotinos, la valentía y el coraje en aquellos tiempos, el dolor y pesar de muchos de los presentes y el rol actual de la Memoria.
En el acto hubo un gaitero que acompañó con la tradición irlandesa. Estuvo presente el rector de la Universidad Nacional de Luján, única cerrada íntegramente por la última Dictadura Cívico Militar, el Ingeniero Osvaldo Arizio, el abogado de casos de Derechos Humanos Pablo Llonto, Familiares, Amigos, Víctimas, Concejales de Mercedes, Funcionarios Municipales y miembros de la Comisión de Familiares de San Antonio de Areco.
En el acto se distribuyeron documentos y volantes informativos. Uno de ellos, el generado desde la Oficina de Derechos Humanos que conduce Marcelo Melo, contenía las palabras de Carlos Selva, el Padre Tom y Oscar Dinova, que reproducimos a continuación.
Son Mártires
Por Padre Tomás O´Donnell S.A.C.
4 de julio de 1976, 1,30hs. En la noche helada varios hombres irrumpían en la casa parroquial de San Patricio de Belgrano, a la mañana siguiente, sobre la alfombra roja del living, cinco cadáveres en medio de un charco de sangre daban testimonio del horror.
Tres sacerdotes y dos seminaristas. Arrancados de la tierra de los vivos, materializando un mundo de prejuicios, de intereses ambiguos. Llevados hasta el extremo. Pero también haciendo presente en medio de nosotros aquella fidelidad irrenunciable a la verdad que llevó a tantos hombres y mujeres al supremo testimonio de la vida.
La vida y la entrega total a Dios de los 5 palotinos muertos el 4 de julio de 1976 nos inspiran e interroga. El interrogante se presenta como un desafío acerca de nuestro compromiso.
En esos días de julio de 2014 tenemos presente a “los 5” de la comunidad palotina, 5 hombres, indefensos que fueron asesinados de tal manera que la palabra masacre es la elegida para designar el hecho.
Los recordamos con afecto porque son nuestros hermanos, con dolor porque su sufrimiento nos conmueve y con respeto porque el ejemplo de sus vidas lo merece. Su muerte bien premeditada e intencional por parte de las fuerzas de seguridad sigue siendo misteriosa hasta el día de hoy. La justicia no ha logrado resolver el crimen. Sin embargo para los creyentes, la última palabra no está en manos de la muerte, no de la justicia humana; sino en manos de Dios y en el misterio de su amor.
No tengo dudas que “SON MARTIRES”.
Después de pasar 17 años en aquella casa y formar parte de la comunidad, llegué a conocer un poco más la vida, el pensamiento y la entrega de los cinco que hoy no tengo dudas en decir que eran hombre de Dios y por lo tanto, mártires.
La sangre de los mártires palotinos sigue gritando al cielo, reclamando la verdad de los hechos, desafiándonos a hacernos cargo de la historia.
Padres Palotinos: ejemplo y voluntad de vida
Por Carlos Selva
Los tres sacerdotes, Alfredo Kelly, Pedro Dufau y Alfredo Leaden; y los seminaristas, Salvador y Emilio, eran valientes y decididos. En sus sermones, relataron testigos, no dudaban a la hora de hablar sobre la desaparición forzosa de personas que se vivía en aquel entonces y que algunos buscaban ocultar. Ellos lo decían a viva voz, hecho que no caía bien en sectores afines al golpe. Pregonaban la paz y condenaban la violencia, buscaban la hermandad humana y la solidaridad, elevando los preceptos religiosos, los cuales respetaban y enseñaban a quienes quisieron oírlos.
Muchas veces hemos escuchado el relato de la noche de aquel 4 de julio de 1976. A través de los medios de prensa y testimonios de allegados, se supo cómo los vigilaban, cómo los esperaban, cómo los encontraron, los disparos, las armas y las injurias que padecieron. Fue una masacre que buscaba venganza según algunas interpretaciones o bien, fue una amenaza significativa para quienes decidieran seguir el ejemplo de vida de los sacerdotes y seminaristas palotinos.
Recorreremos mil veces sus historias y mil veces estaremos frente a un acontecimiento escalofriante, doloroso y perturbador, como esas dos caras que a veces nos dan los hechos. Estamos ante una constante fuente de inspiración, de moral y valores, de humanidad que invita a tenerlos de ejemplo. Amor a la vida, amor al prójimo, amor a la verdad es lo que tenían y, más importante aún, lo practicaban cotidianamente.
Estamos recordándolos a 38 años de la denominada masacre de San Patricio y así tener presente su vida, obra y entrega plena, siempre pensando distinto: lo hacían en términos de sociedad.
“El Alma del Diablo” **
Por Oscar Dinova