Por Tulio Ortíz –
Como suele ocurrir, al concluir una evocación se cae en la cuenta que muchas cosas han quedado en el tintero.
Dejé pasar un tiempo entre el primer artículo publicado a pedido de Hoy Mercedes (31-8-14) y el presente, en la esperanza que otros efectuarían numerosas reminiscencias de Albor Úngaro, detalladas y precisas, que tornarían innecesario continuar con el asunto. Pero me di cuenta que fue una expectativa errónea. Prácticamente el fallecimiento de este preclaro hijo de Mercedes ha pasado desapercibido. Con excepciones. No muy ostensibles, y que hay que buscar con lupa en algún semanario. Tal el homenaje del Colegio Nacional al autor de la música de la “Canción del Colegio” que, al parecer, consistió en que la entonara la comunidad de la hoy Escuela Media No.3.
Pues, en efecto, Albor Úngaro y José López Iribarren (primo hermano de los doctores Alfredo y José Iribarren, y sobrino del recordado historiador de Mercedes) fueron quienes crearon, allá por 1950, esta obra que enaltece tanto al centenario Colegio como a su patrono. La composición les fue encargada por el Rector Jacinto Cavenaghi (antecesor del Prof. Alberto J. Casaretto). Cavenaghi, debemos recordarlo, promovió el Centro de Egresados, fundándolo con varios ex alumnos. La importante institución cultural mercedina nació en aquel año en una reunión llevada a cabo en el domicilio de la calle 30 No.680 por entonces de David S. Lennard y su esposa doña Josefa Altube de Lennard quienes allí moraban con sus pequeñas hijas, María Isabel, María Alicia y María Teresa. Aquel me refirió varias veces el episodio, señalándome hasta el lugar donde se había efectuado la reunión, dentro de su residencia.
Como circulan muchas versiones compendiadas y poco fiables me permito trascribir la más aceptada y que me fuera proporcionada generosamente por la Prof. Juana Ganduglia, quien emprendió con éxito, a raíz del Centenario del Colegio (1906-2006), una labor titánica de investigación, que volcó en una página de Internet, que hoy esta inhabilitada por desidia del propio Colegio.
CANCIÓN DEL COLEGIO
Letra: Albor Ungaro
Música: José B. López Iribarren.
Juventud que estudiando acaricia
ilusión, esperanza y afán
entonemos de pie junto al libro
la canción del esfuerzo la paz
Florentino Ameghino es el nombre
de esta casa sendero de fe
que le brinda triunfal a la patria
savia nueva de luz y saber.
En nuestros campos crece el dorado trigal
bajo los rayos de este sol de libertad
como en el aula, en el aula fecunda el amor
la simiente que hará un futuro mejor
bajo el manto de eterna amistad.
Compañeros que cada mañana
transponemos el viejo portal
al amparo del claustro sentimos
el calor que recuerda el hogar.
Florentino Ameghino es el nombre
de esta casa sendero de fe
que le brinda triunfal a la patria
savia nueva de luz y saber.
Salvo algún detalle, creo que esta es la versión fidedigna del poema musicalizado.
Cabe agregar que hace años, con gran asombro, me enteré, por boca del propio Úngaro, que nunca habían inscripto la obra en el Registro de la Propiedad Intelectual.
Otra curiosidad es que, lamentablemente, no hay grabaciones oficiales. La única existente, según me informa la Profesora Ganduglia, es una que fue producto de la iniciativa de la señora esposa del Dr. Héctor Barreneche, cuyos interpretes por ahora desconozco.
En aquel lejano “Año del Libertador General San Martin”, nacieron el Centro de Egresados del Colegio Nacional y la “Canción del Colegio”. Diez años después, estamos ahora en 1960, en ocasión de un homenaje que se le hiciera en Zarate, patria chica del Dr. Cavenaghi, (que, efectivamente, no era egresado del Nacional de Mercedes si no del de Zárate), en 1960, decía, viajó una delegación del Nacional de Mercedes integrada por varios alumnos que cursábamos 5º año. Nos acompañaron Albor Úngaro y Roald Viganó que no solo era un ser humano excepcional, sino de un talento sorprendente (como lo fueron Eduardo y Efrén, primeros en introducir la radio a galena en el Mercedes de los años 20, con la cual Eduardo Viganó (padre de Roald), lograba sintonizar, según referencias de mi padre que estaba presente, una emisora de Nueva York que transmitía “La Princesa del Dólar”, que al parecer, era un gran éxito por entonces).
Volviendo a Zarate. Observando Úngaro y Viganó el nombre de una barcaza estacionada en el Puerto de Zarate (que como buenos forasteros fuimos a conocer) comenzaron a discurrir si su nombre (“La Odisea”) era más romántico que clásico o a la inversa, en un desborde de ingenio y erudición difícil de olvidar.
En aquellos finales de los años 50, más precisamente en 1958, tuvo gran repercusión en Mercedes el debate entre “la libre y la laica” (que se refería a si las universidades privadas podrían emitir títulos habilitantes), con pintadas, algunas escenas de pugilato (donde cayó al suelo el Padre Cuchietti que no era malo para las fintas boxísticas) y un gran debate realizado en el Salón del Hotel Paris, al lado del Cine Español. Allí debatieron, con gran fuerza y respeto, ambos bandos por medio de sus primeras espadas. A los “laicos” los representaban Roberto Lasala y Albor Úngaro, a los “libres” Julio Ojea Quintana (otro olvidado de la larga lista) y el joven Horacio Moavro. Cada bando tenía su propia hinchada (morados y verdes, respetivamente) que atronaban el ambiente, vuelto tenso y por momentos irrespirable. La gente desde la vereda seguía atentamente la discusión a través de los parlantes que había colocado solícitamente Carlos Luna dueño de “OMDA. Una autentica Voz Mercedina”, con sede a pocos pasos.
Con José Luis Zammitto, Mario Cámpora, Dickie Herrero, Eduardo Zabulanez y un puñado más, integrábamos el bando de los “verdes”, bastante ínfimo en el Nacional, por cierto. Incluso publicábamos libelos a favor de nuestro bando en el mimeógrafo que nos prestaba don José Zammitto donde transcribíamos citas del propio Sarmiento a favor de la libertad de enseñanza tomadas de sus “Obras Escogidas” que copiaba en la Biblioteca de mi abuelo Ortiz, de 25 No. 263. Firmaba los libelos un “Centro de Estudiantes Libres del Colegio Nacional” severamente cuestionado no solo por los “laicos”, como era lógico, sino también por los elementos clericales y franquistas de nuestro propio sector. Años después, para mi consuelo, me enteré que a los fundadores de la Liga Humanista de la Universidad de Buenos Aires, les había ocurrido exactamente lo mismo, en la misma época.
Los “laicos”, a imitación de lo que ocurría en otras partes del país, decidieron la toma de los establecimientos de enseñanza. Encabezados por los amigos Mario Irle y su primo Raúl Scanavino tomaron el Nacional, cual el Alcázar de Toledo. Enterada la Policía de los extraños moradores dio parte al Juez Federal, Dr. Raffo, quien se constituyó en el lugar con el Fiscal Badano y el Secretario Agustín Dioné, quienes, en aquella fría madrugada de septiembre, desalojaron, tras algunos forcejeos, a los ocupantes.
Durante esos momentos de lucha del 58, nunca Albor Úngaro, paladín de los morados, hizo la más mínima alusión a nuestras ideas adversas a las suyas y mucho menos esbozó cualquier actitud que pudiera considerarse de antipatía hacia el sector verde. Aquí nos enseñó que la tolerancia no solo se predica sino que se practica.
No eran infrecuentes este tipo de debates de calidad intelectual, ni la presencia de pensadores como José María Rosa (fuimos con Úngaro y nos quedamos, a la salida, una hora en la esquina de 29 y 24, analizando la charla), Roberto Giusti (la conferencia se realizó en el Colegio de Abogados que estaba en el segundo piso de Tribunales. Estuvimos con José Luis Zammitto, recibiendo grandes elogios de la profesora de Literatura Margarita Orguelt), Arnoldo Lucius (en la Normal, inolvidable y significativa en mi vocación docente), Juan Canter (Colegio Nacional, lo trajimos con Jorge Eleuterio Llanos, por recomendación de Arturo Capdevila), Julia Prilutzky Farny, Leónidas Barletta, Cora Bertolé de Cané, (estos tres en el homenaje a Cané de octubre de 1960, en el cual estaban Ortelli, Úngaro, Ana Sampol de Herrero y la extraordinaria y jovencísima poetisa mercedina Graciela Lifsichtz), También nos ilustró con su conferencia sobre la Masonería Patricio Mac Guirre (cuyos restos reposan en la bóveda de su familia en el Cementerio de Mercedes), Gonzalo Cárdenas ( disertó en el saloncito de la Acción Católica, en la Casa Parroquial, presentado por Carmen Gioscio, nuestra celadora del Nacional), David Marengo, ( por recomendación de Atilio Diorio), quien habló sobre el desarme nuclear en el Salón de Actos del Nacional. Después me enteré (recordemos que nos encontrábamos en plena “Guerra Fría” y con guerrilleros que habían aparecido en Tucumán) que al evento lo había visto con gran alegría el PC (a quien Frondizi perseguía a pesar de que lo habían votado el 23 de febrero de 1958).
No era de extrañar, pues, que en 1959, invitáramos a desarrollar un curso a Lasala y a Ojea Quintana en la Biblioteca Sarmiento donde el primero explicó el juicio a Sócrates, siguiendo a Platón (a quien leía y traducía de la versión Francesa !), y el segundo una serie de disertaciones sobre el concepto de filosofía según su óptica tomista pero mechada con un Orteguismo notable. Estos cursos fueron iniciativa de Jorge Eleuterio Llanos y otros que estábamos en la misma tesitura de mover el ambiente cultural al que considerábamos, (como los jóvenes de todas las épocas), algo pasatista y rutinario.
Era “nuestro” Mercedes de finales de los cincuenta. De la “vuelta al perro” (alrededor de la Plaza San Martin donde circulaban dos filas, una en sentido de las agujas del reloj y la otra en sentido contrario, por supuesto de mujeres y varoncitos) y de “La Petit” (en la 25, toda peatonal, los domingos tarde y noche), del café La Perla, donde Miguel nos traía un café para seis o la Cunnington “con ingredientes”.
Del saco y corbata rigurosos no solo en los colegios sino también por la calle, en el cine, para concurrir a Misa o simplemente para ir a ver las chicas que salían del templo. Del sueño de las “quinceañeras” con su fiesta y el protagonismo de Los Cinco Latinos. En fin, de las familias sentadas en la vereda en las noches de verano.
Acompaño dos fotos, una de la Plaza San Martin, del 57 o 58, donde se ve un grupo de conocidos, rigurosamente ataviados como marcaba la época, (fuente: página titulada “Mi antigua Mercedes”, en Facebook).
La otra, de 1958, en la que aparecen a Albor Úngaro y sus alumnos de 3º1ª.
Ese curso de Albor Úngaro supo aplicar sus enseñanzas cívicas cuando injustamente fue separado por razones políticas el Rector Casaretto, modelo de profesor y padre de familia, movilizándose hasta su domicilio de la calle 22 donde le manifestamos todo nuestro apoyo y simpatía.
Albor Úngaro dejó un recuerdo imborrable, que he pretendido ampliar en estas líneas.
Pronto, sus cenizas descansarán a la vera del Rio Luján, en su pago mercedino, del cual se había exilado, como decía don Miguel.
Gracias Tulio por tan hermoso recuerdo!
aunque las «chicas» de aquella época no estábamos en cuestiones políticas,recuerdo al Dr Úngaro y sus clases magníficas sobre la democracia.Además ,no recuerdo porqué apoyaba la enseñanza laica(tal vez porque la consideraba mas de izquierda,aunque por otro lado tenía ideales liberales).Voy a guardar el artículo que escribiste y va tambien mi modesto homenaje a esa hermosa persona que fue el Dr úngaro.
Maria. Tus palabras son muy lindas. Gracias por ellas y por todo. Fuiste de las mejores de nuestra promoción. Seria, estudiosa y digna del respeto y afecto que todos te profesábamos. Un afectuoso saludo.