Oscar Dinova: «Todos somos Nisman»»

– Por Oscar Dinova – Los argentinos parecemos estar marcados por las crisis de tórridos veranos. Cómo si el agobiante calor se asociara a otro agobio, más profundo y más difícil de atenuar.

Confieso que hace varias mañanas me despierto con la ilusoria esperanza que todo haya sido una pesadilla y que al prender la televisión sólo encontraré mediocres notas sobre peleas de artistas.

Pero no es así.

El fiscal Nisman sigue muerto y con él muchas de las esperanzas de construir un país diferente.

Nos miramos a la cara con mi mujer, nos llamamos entre amigos, nos preguntamos.

El estupor no tiene respuesta.

Pensamos en nuestras familias y en los más pequeños.

Ya hemos visto el vacío delante nuestro… y no lo queremos otra vez.

Me remonto en el tiempo.

Creo sentir nuevamente el precipicio abrirse como cuando fue el atentado de Rucci.

Era el comienzo de mi militancia y sentía que más allá de medias verdades y argumentos esquivos íbamos directo al desastre. No se puede hacer política con la muerte de nuestros conciudadanos.

El tiempo lo confirmó.

Todos éramos Rucci, pero no lo supimos hasta que la muerte se instaló en cada metro cuadrado de nuestro bendito país. Era tarde.

Pasó el tiempo, llegó la democracia y con ella el fin de tanta locura y tanta sinrazón…

Nos dimos oportunidades y el mal absoluto fue sentado en el banquillo de los acusados.

El Juicio a la Junta.

El futuro se abría, enorme, promisorio, delante nuestro.

Pero quizás no habíamos aprendido lo suficiente; huelgas sindicales sin respiro, especulaciones políticas y financieras dieron por terminado un gobierno que por primera vez en la historia había encarcelado al golpismo.

Pasaron los años y desde el centro mismo del poder se voló una ciudad entera para ocultar la venta ilegal de armas a un tercer país. Río Tercero fue devastada para garantizar la impunidad. El principal culpable era el mismísimo ex­­-presidente Menem, sentado aún como Senador y sin cumplir la condena que se le adjudicó. Envilece los fueros que le otorga la democracia para salir impune y el poder actual no se los revoca.

En su presidencia hubo tres atentados, la Embajada de Israel, la Amia y Río Tercero.

Cientos de argentinos perdieron sus vidas en los mismos. Fueron sucesivos. No simultáneos.

Todos éramos Embajada, la Amia y Río Tercero.

Pero no fuimos lo suficiente.

La espina cruel de la desaparición de Julio López nos lo sigue recordando.

Y ahora, Nisman.

Como un martillo golpeando incesante sobre un yunque, el destino nos vuelve a poner frente a un momento histórico, otra tragedia, una bisagra de la cual podremos salir, solamente con transparencia, verdad y compromiso.

Un modelo vergonzante de construcción de poder ha llegado a su fin.

La manipulación, la cooptación de voluntades, el desprecio por el rival político o sindical, la extorsión económica y financiera, la impunidad y los negociados a espaldas de las instituciones deben cesar.

Esa encrucijada de caminos se llama Nisman.

Más allá del mismo fiscal, que es la primera víctima de su incredulidad frente a la clara denuncia del gran periodista Pepe Eliaschev.

Más allá de la persona pero partiendo de la persona pues cada vida es insustituible.

No siempre fuimos egoístas, no siempre hemos mirado a un costado.

Defendimos la democracia con uñas y dientes frente a los carapintadas.

No nos olvidamos de Cabezas.

Pero no es suficiente.

Tenemos que desterrar la muerte política para siempre.

Nos los debemos y nos lo merecemos.

Por la democracia,

Por las víctimas sin culpables,

Para que futuras generaciones vivan en un país sin miedos,

Todos somos Nisman

Todos somos Nisman

Todos somos Nisman

Oscar Dinova – Escritor

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