Por Luciano Demergasso |
En los días que corren la noción de “servicios de inteligencia” está en boca de la ciudadanía gracias al caso Nisman, el fiscal que trabajaba palmo a palmo con ellos y apareció hace más de un mes sin vida. No siempre los tenemos presentes, pero ellos siempre nos tienen a nosotros en cuenta.
Los servicios de inteligencia se encargan de perseguir personas en términos físicos como ideológicos – psicológicos. No es nuevo. Tienen décadas y décadas de recolección de datos de individuos, grupos, sectores sociales, expresiones políticas y de negocios. Esa data puede luego ser usada para lo que se nos ocurra, desde persecución a juicios, desde operaciones de prensa a carpetas para obligarnos a tomar ciertas decisiones. Son las carpetas contra periodistas, políticos y cada ciudadano. Fotos, audios, videos, chats, etc.
En Mercedes los servicios existieron y existen. Funcionaban y funcionan. Muy claro quedó a partir de la desclasificación efectuada en la Provincia de Buenos Aires con los archivos de la Policía Bonaerense en la famosa DIPBA. En ellos se dan nombres, apellidos y métodos de persecución. Algún apellido ahí firmante, de los documentos internos de inteligencia, pertenece a alguien a quien se lo puede ver caminando aún entre nosotros.
Si bien en teoría la Bonaerense no tiene más dicho archivo de los ciudadanos, en la práctica se continúan con las tareas de inteligencia. En las marchas se puede ver a oficiales que no saben disimular, vigilando, fotografiando y anotando. En las resonantes movilizaciones por las hermanas Jara el Partido Obrero fue objetivo y objeto de vigilancia en Mercedes, como todos los que participaban.
Los periodistas por su parte, son una herramienta. Muchos históricamente fueron prestadores infiltrados. Aún hoy está en el mito urbano local de alguno que podría serlo. Los fotógrafos otro baluarte. El periodismo pasa muy bien camuflado acá, allá y más allá.
Los servicios de inteligencia están en boca de todos mientras siguen actuando. Julian Asange narraba que es hoy día más fácil grabar la totalidad de las comunicaciones telefónicas de un país que perseguir a un sujeto. La tecnología lo facilita y es también más barato. Lo mismo con los mails. Si salta un problema, listo, se tiene la vida social de una persona almacenada. No es paranoia. Es realidad. Wikileaks como gran muestra. Gendarmería, la Bonaerense, la Federal, la Metropolitana, todas tienen sus bases de datos y elementos de vigilancia. Incluso la justicia, como recientemente se expuso a uno de los fiscales marchantes del 18F que tenía cientos de fotos, por las dudas preparadas.
Más allá de una ley, es fundamental poner en debate el tema. No debe agotarse en la ley. La sociedad debe tenerlo presente. No es una novela policial, es la realidad, los Servicios de Inteligencia están y a veces, sentados en la plaza al lado nuestro.
Los periodistas hablan mucho pero no denuncia ni dan nombre alguno , estaría bueno para que la gente les crea nuevamente que dejen de actuar para tal o cual partido y tomen compromiso ciudadano y denuncien lo que saben , de lo contrario son cómplices , pero las denuncias en donde correspondan , ante la justicia