Por S.V
– La política se encuentra en un estado de exposición mediática aguda. Como si se hallara en estado vegetativo en términos de conceptos e ideas. Perdón, no la política, los políticos, la mayoría. Discuten personas, no planes. Discuten posiciones. No visiones de mundo y sociedad. Discuten la agenda que las corporaciones mediáticas imponen, no las necesidades de los sectores populares. Todo es efectismo.
Difícilmente personalidades de la década del cincuenta, sesenta o setenta se imaginarían este estado mesmérico en que nos encontramos. Con políticos en piloto automático y alejados de las definiciones de largo plazo.
La foto prima junto a la idea de que vende el título, la bajada y la imagen. Un político, se supo recientemente, candidato a presidente, tiene micrófonos con los cubos de los principales canales de televisión para dejar en las fotos la visión de un acompañamiento constante. De una importancia mayor. Si el escenario no está, se inventa. Sobre el mismo hombre pesa un chiste. Dicen que cada vez que abre la heladera sonríe. Es que se enciende un “foquito” y, bueno, por las dudas no sea un flash.
En Mercedes si uno habla de la basura el otro también y el que le sigue y el que vendrá. Si hacen foto con una institución otro lo hará la próxima semana o la que le sigue. Un círculo vicioso de exposición sin expresión.
¿Sacaste la foto? ¿No? Entonces no sirve.
La fotocracia como modelo de construcción política basado en lo mediático. De contenidos nada. Basta con leer los órdenes del día.