Por LD
El intendente electo tiene una oportunidad casi única. Una de esas oportunidades que se dan cada quince o veinte años. En sus manos, en su firma, en quienes lo influencian está la posibilidad de dar un cambio real a la ciudad.
Difícilmente logre el intendente electo y su grupo de trabajo, concretar todo lo expuesto en el plan de gestión difundido antes de la elección, sin embargo, hay algo que si puede realizar: un cambio institucional y moral.
Desde hace un mes, aproximadamente, el intendente Selva tiene las renuncias firmadas de sus secretarios, directores y coordinadores. Todas esas áreas el intendente electo deberá cubrirlas. Será tal vez el primer indicio de lo que vendrá. Si el intendente electo deja un funcionario del selvismo en su staff será su decisión. Marcará así como empieza su gestión: con la mirada en el futuro animándose a crear o con el pie en el lodo del pasado.
¿Por qué es importante su grupo de funcionarios? Porque serán los gestores directos sobre las necesidades y potencialidades concretas de la ciudad. Son sus manos, ojos e ideas extendidos.
Haciendo futurología podría decirse que la ciudadanía le perdonaría que no termine una rotonda o no renueve una luminaria. Lo que no le indultaría es no dar un cambio genuino. Más del 80% de la ciudad eligió una propuesta distinta a la actual gestión. Eso es un dato para examinar.
Días atrás nos recomendaban leer un post de Hernán Casciari titulado “Pajaritos en la jaula gigante”. El escrito tiene eje en el conservadurismo vernáculo y cómo la última elección le ganó “de una buena vez”. El intendente electo deberá lidiar también con las trampas del pasado para también mostrarle al creativo escritor que no quedará encerrado en la jaula gigante.
Falta muy poco para empezar a ver las decisiones de gestión de ahora controlador del Poder Ejecutivo. Habrá que ver si lo hace para el lado del futuro o para el lado de las prácticas del pasado.
Es una oportunidad.