Por Virginia Altube / No sé si hay algún motivo especial, para recordar con más énfasis los aniversarios con cifras redondas, pero el hecho es así, para nosotros, al menos…y hoy necesito hacerlo.
Y que veinte años no es nada, y que cuarenta menos…, porque de pronto puedo sentir que fue anoche, que mi hermano, golpeó la puerta donde estábamos durmiendo junto a nuestra hija de pocos meses, para decir :” dieron el golpe”, o algo así, era la madrugada del 24 de marzo de 1976, y se escuchaba por la radio una marcha militar.
A partir de ahí la confusión y la oscuridad.
El golpe estaba cantado, sabíamos que era inevitable. Los tiempos felices habían durado muy poco: Perón estaba muerto, la triple A había tenido carta libre para asesinar militantes, o simples simpatizantes del peronismo y otros grupos de izquierda, pero a partir de ese día todo estaba jugado: golpe militar, decíamos entonces, después con más justeza se lo nombró como correspondía: golpe cívico-militar y con mayor impunidad aún, siguieron las persecuciones, las cesantías, la carcel, el exilio, los asesinatos, la tortura, y lo que no podíamos ni siquiera imaginar: la desaparición de personas y el robo de niños.
«…pecado de juventud (dice Raúl Carnota),
no imaginar las traiciones
y jugarse a cara o cruz
porque le sobran cojones…»
pecado que fué castigado con crueldad, con planificación, a toda conciencia, por quienes se hicieron dueños de la vida, y del orden, seres mezquinos, banales, intrascendentes, que ejecutaron el guión pensado, como siempre, por quienes tiene el poder real. Terroristas de Estado.
Yo hoy, sólo quiero recordar, como una testigo; no me siento una sobreviviente (aunque tal vez, como muchos, lo sea, aún sin saberlo). Traer con mi memoria a los compañeros y compañeras de los barrios mercedinos, que estaban ahí y siguieron estando, alentando a «esa Juventud», demostrando su cariño, su convicción, su peronismo que venía desde muy lejos…y que nos enseñaron con su propia vida.
Recordar a todos quienes nos ayudaron en los momentos más duros, aunque no compartieran nuestras ideas.
A las madres y padres que debieron salir a buscar sus hijos e hijas desaparecidos, sus nietos apropiados. Ninguna palabra me alcanza para homenajearlos.
Y recordar a los compañeros y compañeras de la Juventud Peronista, a los de acá, especialmente: acariciar su imagen, su entrega, sus ideales, sus aciertos, y también sus errores, si los hubo; a los que sobrevivieron, y a los que no volvieron.
Y para ir terminando, me voy a dar un permiso: nombrar a tres militantes, y en ellos a todos:
a Luis Goycochea (Lucho), asesinado por la Dictadura Militar
porque su integridad y su plena conciencia de lo que significaba el compromiso que había asumido, fue y será siempre ejemplo.
a Mercedes Juárez, mucho más que una sobreviviente: apostó y apuesta a la vida todos los días, y desparrama solidaridad. Otro ejemplo.
y a Martín Caracoche, él decía que todos los años que vivió después de pasar la dictadura, fueron un regalo, e hizo honor a ese «regalo»: con una vida plena, sin hacer concesiones al poder, pagando los precios que el sistema no perdona, y recordando siempre a los compañeros y compañeras de esa generación del 70.
Y termino, pensando, y preguntándome: ¿qué le está pidiendo este presente a ese pasado? y ¿qué más le está pidiendo ese pasado a este presente?
«no te conocí y aún te extraño
canto por los nombres que falta encontrar
30 mil pañuelitos blancos de amor
secan el dolor que no hemos de olvidar
Nunca más…»
Virginia Altube – Marzo de 2016