Por Oscar Dinova / El jueves 12 de Mayo el equipo tejano de los SPURS perdía la llave de cuartos de final para intentar ganar el campeonato de la NBA. Casi no representa una noticia para nuestra cotidianeidad sino fuera que ese encuentro pudo ser el último para el más importante representante argentino en la Liga más rutilante del mundo.
El Manu Ginóbili, como lo bautizaron los hinchas, había llegado por tierras yankys allá por el 2002 entrando por la puerta grande, en su temporada inicial ganó su primer anillo adjudicándose el torneo. Le siguieron otros 3 anillos más (2005, 2007 y 2014) y en varias oportunidades estuvieron en semifinales y finales. Un ciclo de oro.
Como de oro fueron las medallas de Fiba América de 2001, 2011 y el Diamond Ball de 2008 y por supuesto la más grande de todas, la Olímpica de 2004 dónde Argentina vio volar en lo más alto del cielo olímpico los laureles de un campeonato inolvidable.
Pero Emanuel Ginóbili no surgió en USA, sino en el sur de la provincia de Buenos Aires; Bahía Blanca, en un club barrial como tantos, Bahiense del Norte. También militó en la exitosa Liga Nacional en ignotos clubes como Andino de la Rioja (1995) y luego Estudiantes de Bahía, para luego emigrar al torneo italiano donde se destacó en el Regio Calabria y deslumbró en el Kinder Bologna ganando el Campeonato italiano, Copa Italia y la Euroliga (2000-2001-2002).
Cuando yo cumplía un año de edad, Juan Manuel Fangio estaba a punto de ganar su quinto y último campeonato del mundo de F1 y entraba en la leyenda. Lo aprendí a admirar con el tiempo, a través del relato de nuestros mayores.
Con Ginóbili somos contemporáneos, lo hemos visto crecer, mostrarse, consolidar una carrera y hacer historia. Somos quienes transmitiremos el relato de haberlo visto jugar y emocionarnos con sus triunfos que fueron los triunfos de toda una camada increíble de jugadores; la Generación Dorada.
Pero hay un gris. No hemos aprovechado como sociedad la aparición de un astro de esta magnitud que además es un embajador de la humildad y la seriedad profesional. Un tipazo que hace honor a los mejores exponentes del deporte argentino. Sin embargo, no potenciamos sus logros, no supimos ver el trampolín que significa tenerlo como estandarte para llevar el básquet y el deporte en general, aún más alto, aún más lejos.
No se diseñaron políticas de Estado para fomentar la modernización de los semilleros de basquetbolistas; los clubes de barrio. Adolecen en muchos casos de pisos flotantes, vestuarios adecuados, gimnasios, logística. No se establecieron en forma permanente planes de altura ni clínicas con profesionales. Tampoco las escuelas tienen los ámbitos adecuados. Estamos muy lejos, nos falta mucho por recorrer.
Los avances que se pueden palpar son productos de los clubes mismos, sus jugadores, familias y allegados y en forma más acotada los municipios de cada distrito. Pero no hubo políticas provinciales y nacionales de desarrollo.
Hemos tenido en nuestras manos lo más difícil de tener, un jugador superlativo rodeado de extraordinarios compañeros de ruta. ¡Cuántos países los quisieran tener! Pero tengo esa sensación agridulce que la incomparable campaña del Manu, no tuvo un paralelo en las dirigencias y hombres de gobierno que estuvieron siempre prestos, eso sí, para robarle una foto.
Nos queda su despedida, en los Juegos Olímpicos, con su querida camiseta Nro 5 de la selección. Más que un símbolo. Una señal, para que la tomemos y no la dejemos pasar. La última vez que veremos a este duende de goles y pases mágicos alcanzar el cielo con las manos. Y a nosotros con él.
Cuanto de cierto tiene esta apreciación y haciendo un parangon o paralelismo con los artistas sucede algo similar,muchísimos talentos creativos son ignorados,sin el menor signo de apoyo cultural,teniendo que regalar su trabajo si quieren mostrar sus obras con la falsa teoria que se debe realizar «VOLUNTARISMO»,algo que los funcionarios no practican porque cobran su trabajo,como corrresponde,eso se deebría tener en cuenta,el arte no tine porque formar parte de la gratuidad,la gratuidad, valga la redundancia,la debe proponer y solventar el estado a través de sus Direcciones de Cultura.