Por el Prof.Eduardo J. Pisoni* / El concepto de “calidad educativa” es un concepto complejo puesto que, el hecho al que alude (la educación), es una realidad compleja en sí mismo y de múltiples dimensiones, desde la estructura del sistema educativo, pasando por las políticas educativas, las diferentes realidades sociales, hasta el acto educativo mismo que se concreta en las aulas y sus “resultados”; porque es en los resultados donde se verifica dicha calidad.
En esta misma línea diremos que una institución educativa de calidad es aquella en que sus alumnos progresan al máximo de sus posibilidades para insertarse exitosamente en la sociedad. Y uno de los actores axiales de la institución educativa es el educador. Muy claramente lo expresa la Académica Prof. María C. Agudo de Córsico cuando refiriéndose a formación docente señala que «…la misión de quien educa consiste en contribuir, con la mayor nobleza, a configurar espiritualmente la personalidad de otros seres humanos ayudando a estos al desarrollo pleno de sus mejores potencialidades, proveyéndoles recursos cognoscitivos, morales y prácticos que les permitan insertarse en su sociedad de manera armónica, eficiente y exitosa”. Queda sumamente claro cuál es la misión de quien educa, y por tanto la formación personal y académica requerida en orden a una educación de excelencia, en orden también al reconocimiento social de su labor.
Ahora bien, cuando cotejamos estas afirmaciones con algunos aspectos de nuestra realidad, se nos presenta una seria preocupación. Según datos obtenidos en la Escuela Normal Superior I.S.F.D. N° 137, en los últimos 10 años el promedio de egresados con el título de maestro no alcanza a 11 alumnos recibidos por año. A su vez, la demanda de maestros para la cobertura de suplencias y provisionalidades en nuestro distrito es enorme; según datos obtenidos en la Secretaría de Asuntos Docentes (S.A.D.), en el período lectivo 2015 se efectuaron alrededor de 200 coberturas de cargos suplentes y provisionales en el nivel primario.
¿Qué ocurre cuando S.A.D., a demanda de los servicios educativos, debe designar docentes para cubrir los cargos solicitados y no cuenta con inscriptos con título habilitante? Recurre al listado de emergencia en el que, como tal, se encuentran inscriptos docentes sin título habilitante, estudiantes del profesorado, docentes de otras ramas de la enseñanza, etc .etc. que sin dudas tendrán las mejores cualidades personales y deseos de inserción laboral, pero no siempre cuentan con el aval del título que habilita para el desempeño en el nivel. En el presente período lectivo (2016), a dos meses de iniciadas las clases, la S.A.D. tuvo que recurrir al listado de emergencia para cubrir suplencias en el nivel primario de educación de adultos.
Para lograr el objetivo de alcanzar calidad y excelencia educativa, además de las adecuadas condiciones personales del educador, la mejor disposición para el trabajo y el deseo personal para ejercer la tarea docente, se requiere algo más. La escuela no sólo debe contener, sería ocioso explicar aquí cuál es la función de la escuela y del educador.
Entendemos que esta es una realidad difícil de revertir a corto o mediano plazo, no es una cuestión coyuntural ni de una gestión política de gobierno, pero es de tal importancia que no se puede obviar y requiere comenzar pensar en estrategias de acción por parte de todos los estamentos del sistema educativo. Necesitamos más educadores formados. Creo que debemos pensar esto desde los equipos escolares, las inspecciones respectivas hasta el nivel central de educación, sin descartar la participación de diferentes actores de la comunidad.
Eduardo J. Pisoni* es Docente de Pedagogía en el Instituto Superior de Formación Docente Nº 137 (Escuela Normal) de Mercedes.