Por Oscar Dinova* – Era el 17 de Setiembre de 1952. De Nueva York parte el Queen Elizabeth rumbo a Inglaterra. Son las 5 de la mañana cuando ingresa furtivamente un hombre pequeño ya entrado en la sexta década de su vida. Se encierra en su camarote. No quiere ser arrestado e interrogado por el FBI. Ni bien llegan a aguas internacionales el Capitán del barco recibe un telegrama contundente: Charles Chaplin no podrá regresar a Estados Unidos.
Rugía con toda su fuerza el huracán demoledor, racista y persecutorio del macartismo. Desde hacía años se habían ensañado con su figura y con otras de la talla de Orson Welles, Gregory Peck, Frank Sinatra, Humphrey Bogart, Lauren Bacall, Kirk Douglas o Burt Lancaster entre muchas más.
Así, como un polizonte, un bribón o un malhechor, como un personaje propio de sus incomparables películas mudas debía huir de USA, aquel que pusiera una sonrisa en millones de rostros de todo el planeta. Poco le importaba a la administración norteamericana de la Guerra Fría que Chaplin fuera nominado en 1948 al Premio Nobel de la Paz. El artista más genial de la cinematografía universal era echado como un reo del país que lo había visto encumbrarse en lo más alto de la escala cultural y social.
Por “sospecha” de ser comunista. Un chivo expiatorio de lujo.
Enero de 2017. Han pasado 65 años de aquellos tenebrosos días de persecución ideológica, racial y política. El mundo ve azorado como un presidente norteamericano la emprende contra los latinos, los árabes, los inmigrantes, los refugiados políticos y las mujeres. Un vendaval retrógado no escatima en amenazas, provocaciones e insultos. Los artistas norteamericanos y de otras latitudes no callan y lo enfrentan con el corazón en la mano.
¿La historia se repite? Más allá de la indignación y desazón que nos provoca estimo que no.
El mundo ha cambiado, las sociedades democráticas no aceptan este pensamiento medieval. Muchas voces se alzan contra esta sinrazón y locura. Con coraje y convicción vemos todos los días ejemplos de bravura cívica y de coherencia personal que llenan de orgullo y dan esperanza.
No será fácil. Por supuesto. Trump tiene un gran poder. Pero va contra los tiempos. Ya no hay gentes que deban ocultarse con vergüenza en un camarote. Ahora hay quienes las sostienen, apoyan y defienden. Después de todo, McCarthy fue al basurero de la historia y Charles Chaplin fue y sigue siendo una luz de la humanidad en la búsqueda de un mejor destino para todos.
…”Todos deberíamos querer ayudarnos, así son los seres humanos. Queremos vivir con la felicidad del otro, no con su angustia. No queremos odiarnos y despreciarnos. En este mundo hay sitio para todos y la tierra es rica y puede proveer a todos. El camino de la vida podría ser libre y hermoso...”
(Monólogo final de El Gran Dictador, de Charles Chaplin, 1940)
* Escritor
