Consagración episcopal de Monseñor Jorge Eduardo Scheinig,

“Quiero con todas mis fuerzas ser servidor de esta Iglesia en salida. Trabajar con perseverancia para animar en nuestra Iglesia Diocesana, la conversión pastoral y misionera”, expresó el nuevo obispo auxiliar de Mercedes-Luján, monseñor Jorge Eduardo Scheinig, al recibir hoy el Orden Episcopal de manos del arzobispo arquidiocesano, monseñor Agustín Radrizzani SDB. La celebración tuvo lugar en la basílica nacional Nuestra Señora de Luján, ante una veintena de obispos co-consagrantes, y un gran número de sacerdotes y fieles que se hicieron presentes para darle la bienvenida al nuevo pastor.

Una multitud colmó hoy la basílica nacional Nuestra Señora de Luján para darle la bienvenida al nuevo obispo auxiliar de Mercedes-Luján, monseñor Jorge Eduardo Scheinig, quien recibió el orden episcopal de manos del arzobispo, monseñor Agustín Radrizzani SDB.

Entre los co-consagrantes estuvieron el nuncio apostólico, monseñor Emil Paul Scherrig, el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, monseñor Luis Francisco Ladaria SJ, el arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina, cardenal Mario Aurelio Poli, el obispo de Río Gallegos, monseñor Miguel Ángel D’Annibale, el obispo emérito de San Isidro, monseñor Jorge Casaretto, el obispo de San Isidro, monseñor Oscar Ojea, el obispo de Zárate-Campana, monseñor Esteban Laxague, y el obispo auxiliar de Lomas de Zamora, monseñor Jorge Torres Carbonel.

En su homilía, monseñor Radrizzani recordó el misterio de toda vocación: ser “pobre de sí y rico de Dios”, y expresó que Cristo, “entregando su vida, nos ha dado ejemplo para que también nosotros entreguemos la vida por los hermanos. Jesús nos invita a tener relaciones entre nosotros similares a las trinitarias. Deberíamos ser siervos o a lo más discípulos pero Él nos quiere amigos porque lo desea y nos ha amado hasta el fin”.

“Este Dios, amado, buscado y revelado en Jesús te ha elegido para ser apóstol y serás enviado para ser pastor con las acentuaciones del Papa Francisco. El no delinea un programa de reforma pero presenta ideas motivadoras para que busquemos caminos. Y este es querido Jorge un momento de gracia para la vida de la Iglesia”, manifestó el arzobispo.

El prelado destacó tres ideas motivadoras: la misericordia, la sinodalidad y la Iglesia misionera. La misericordia “es el modo de ser de Dios”, la sinodalidad significa “caminar juntos” y la Iglesia misionera refiere a una “Iglesia en salida”, explicó.

El arzobispo mencionó también la preocupación constante del papa Francisco por los pobres: “La Iglesia debe llegar a todos sin excepción pero ¿a quién debería privilegiar? Cuando leemos el Evangelio, encontramos una orientación contundente: a los pobres, a los enfermos, a los que suelen ser despreciados y olvidados, a aquellos que no tienen con qué recompensarte… hoy y siempre, los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio y la evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús nos trajo”, citó, y recordó que existe “un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres”.

Para finalizar, monseñor Radrizzani relató la basílica de Luján fue elegida por monseñor Jorge Eduardo para su ordenación porque “este es el lugar de mis confidencias y este Santuario guarda los secretos de nuestros hermanos que vienen aquí a abrir su corazón a las Santísima Virgen. Esta es la casa de nuestra Madre donde todos vienen y siempre son recibidos”.

“Este es el lugar más visitado de nuestra Patria, el lugar de los pobres, de los humildes, de los enfermos. Aquí durante muchos años vino nuestro querido Papa Francisco como signo de la misericordia de Dios para quienes peregrinaban desde Buenos Aires por eso el Papa dijo: “En los Santuarios puede percibirse cómo María reúne a su alrededor a sus hijos que peregrinan con mucho esfuerzo para mirarla y dejarse mirar por ella. Allí encuentran la fuerza de Dios para sobrellevar los sufrimientos y el cansancio de la vida. Como a San Juan Diego, María les da la caricia de su consuelo maternal y les dice al oído: ‘No se turbe tu corazón ¿no estoy yo aquí, que soy tu Madre?’”, detalló, y recordó que el 8 de mayo del año pasado se iniciaron allí las causas de beatificación del Padre Salvaire y del Negrito Manuel.

“Agradezco a Dios la ayuda que me da, al Santo Padre haber escuchado mi pedido, a la Diócesis de San Isidro su generosidad y a vos querido Jorge Eduardo haber dicho ‘sí’. Ponemos nuestras vidas en manos de María para que Ella nos lleve a Jesús”, concluyó.

«Quiero poner la cara por el amor de Dios» 
El nuevo obispo auxiliar, por su parte, dirigió un mensaje a los fieles que lo acompañaron durante la celebración del sacramento. En sus palabras, recordó al Negrito Manuel, “primer testigo” de los diálogos silenciosos y fundantes entre la Madre de Luján y sus primeros devotos, y pidió: “Dame Negro Manuel la mirada de tu corazón para confesar que en la Virgencita de Luján, en la Madre de Dios, hija del Padre, mi Ama, mi Patrona, soy libre, soy digno, soy pleno, porque soy hijo”.

“Estoy seguro que aquí también se construye la Patria, aquí, en este lugar sagrado, hay una fuente genuina de argentinidad. La Virgen viste los colores de la Patria, su poncho es nuestra bandera. Ahí estamos todos nosotros y la Patria necesita algo inédito, y tal vez, hoy lo inédito es construir una Nueva Fraternidad, más realista pero también más generosa”, aseguró.

El prelado afirmó que nunca nadie “y mucho menos nosotros, la Iglesia, debería darle la espalda a este pueblo peregrino, que tiene tanta capacidad de aguante, tanta resistencia, tanta entrega y tanta generosidad de vida”.

“Yo quiero ser parte de los sentimientos de esa muchedumbre anónima que viene aquí con absoluta confianza. Quiero beber de esta mística popular para hundir más y mejor mi corazón en el Evangelio de Jesús”, pidió monseñor Scheinig, quien reconoció haber ido muchas veces a la Virgen durante sus 34 años de sacerdocio “a agradecer, a entregar, a suplicar y también a llorar”.

“Queridos hermanos sacerdotes y ahora, queridos hermanos obispos, la Virgen guarda todos nuestros secretos, la intimidad de nuestros momentos luminosos y dolorosos. Estoy seguro que podemos decir con absoluta sinceridad que jamás nos fuimos de aquí con otro sensación que el de haber sido una y otra vez recibidos y acariciados con máxima ternura. La Virgen es Madre y sabe sanar las heridas de la vida”, añadió.

Luego de realizar la profesión de su fe en Dios, que “nos ama entrañablemente” y que “se abaja para acariciar nuestras miserias con su potencia salvadora”, en Jesucristo, que “está vivo aquí entre nosotros y nos hace sus amigos” y en el Espíritu Santo que “nos sigue convocando con la misma fuerza con la que irrumpió en el Pentecostés eclesial”, manifestó su amor a la Iglesia y su convicción de que “es el mismo Espíritu de Dios el que en los últimos tiempos ha puesto en marcha un dinamismo irreversible”. El prelado expresó además su confianza en la conducción del Santo Padre Francisco “hacia una renovación profunda y esperada” de la Iglesia.

“Quiero con todas mis fuerzas ser servidor de esta Iglesia en salida. Trabajar con perseverancia para animar en nuestra Iglesia Diocesana, la conversión pastoral y misionera”, aseguró monseñor Scheinig, y se manifestó dispuesto a trabajar en este “hospital de campaña”, consciente de que “hoy todos necesitamos ser abrazados por el Amor y la Misericordia Divina”.

“Quiero poner la cara por el Amor de Dios, y no ser ni obstáculo, ni controlador de la Gracia. Quiero ser un simple administrador del Don de Dios para Su Pueblo. Y si no lo hago, les pido humildemente que con paciencia y cariño me lo hagan saber”, continuó.

En sus agradecimientos, el nuevo obispo auxiliar destacó a monseñor Radrizzani, por abrir las puertas de su Iglesia arquidiocesana con generosidad; a monseñores Casaretto y Ojea, quienes fueron sus obispos en la diócesis de San Isidro: “ustedes han marcado mi vida”, afirmó; y a los demás hermanos obispos, en especial a monseñor Torres Carbonell y a monseñor Laxague, por sus gestos de cercanía y de comunión.

“Gracias querida Iglesia de Mercedes Luján. Me sumo al camino y a la historia de esta Iglesia grande en territorio y en realidades. Les pido que en este primer tiempo me ayuden a descubrir las huellas que Dios fue haciendo entre ustedes y con ustedes”, manifestó, con una mención especial al vicario general y a los rectores del seminario y de la basílica.

Para finalizar, agradeció a los seminaristas presentes, a los miembros de la Vida Consagrada y a los hermanos sacerdotes de San Isidro a quienes va a extrañar mucho, reconoció.

Con un recorrido por las comunidades donde realizó sus tareas pastorales en sus 34 años de sacerdocio, dio gracias “de todo corazón todo lo que hicieron en mí y por mí. Dejaron en mi vida huellas imborrables”. Mencionó también a sus compañeros miembros de la Pastoral Urbana, amigos y amigas, a sus padres, a su hermano y toda su familia.

Para finalizar, pronunció las gracias al papa Francisco, por “tu confianza al encargarme esta misión, me hace más hermano tuyo, más amigo y más hijo”.

“Recen al Bueno de Dios por mí para que no tenga ningún otro señor que el Señor Jesús”, imploró monseñor Scheinig y le ofreció a la Virgen de Luján un cirio encendido, “para mantener encendida nuestra esperanza y alegría”. Mientras lo hacía, pidió a los fieles: “recemos para que el Negro Manuel sea beatificado”.

 

Fuente: Aica.org.ar

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