El reconocido Director de teatro sigue trabajando con al Comedia Municipal. Prepara “La fila” una obra que se estrenará en octubre. Su vanguardia, intacta, es reconocida por todos los seguidores del arte.
Se mueve todo el tiempo. Antes de contestar o mientras lo está haciendo. Es como si la ansiedad le corriera la piel para salir a escena. Sus ademanes terminan en ángulos rectos. Y cuando te mira, se lo sabe soñar.
A lo largo de los años, la ciudad se ha nutrido de grandes obras teatrales con directores increíbles, pero hay uno entre todos ellos, uno solito, que es considerado el maestro. Por que a los maestros, él les ha enseñado. Y los actores ven en su figura la imagen misma del respeto, la sabiduría y el profesionalismo. Es Eduardo De Laudano, el elegido por la Dirección de Cultura para conducir uno de los grupos de la Comedia Musical que, desde este año, ha retomado su actividad.
1961. Fue en la Argentina de Frondizi cuando tomó contacto con el teatro a través de las clases de Ida Zóccola de Milessi. Luego se sumó a los elencos de Julio “Yiyo” Celeri y posteriormente entendió que debajo del escenario también podría aportar todos sus conocimientos. Fue así que, con “Doña Rosita, la soltera” de García Lorca, se convirtió en el director más respetado y admirado de la ciudad.
Hoy, con 73 años, De Laudano no pierde demasiado tiempo en recordar, sino que pone su energía en lo que está haciendo. Es que al igual que Gabriela Lorusso, Yanina Russi, e Ignacio Masjuan, tiene a cargo uno de los cuatro grupos que integran la comedia y que por estos días, ya comenzó los ensayos de “La fila, una parábola patética”, la obra con libreto de composición grupal que estrenarán en octubre.
Basado en el teatro contemporáneo y actual, el hombre nacido en Capital Federal tiene dentro de sí mismo un recorrido de cientos de textos leídos, analizados y llevados a escena como “La silla” de Eugene Ionesco, “Romeo y Julieta” y “Sueño de una noche de verano” de Shakespeare, “El organito” de los hermanos Discépolo, entre otros, con esa característica de vanguardia que lo distingue. Es amante de Harold Pinter, pero se inspira en el trabajo de Samuel Beckett para coordinar el pensamiento y las acciones de estos personajes que están inmersos en su propio mundo, aunque esperando a ser atendidos en una interminable fila donde confluyen otros propios mundos de otros personajes que también esperan lo mismo.
Cuando explica la obra y el estilo del dramaturgo irlandés, al director mercedino se le ilumina la cara. Se mueve lentamente y agazapado en medio de la sala, frunce el ceño y pierde la mirada en el techo. Piensa. O lo que es mejor, siente. “Con Beckett no hay tiempos ni espacios concretos… todo es abstracto. Es como la pintura. La vanguardia te da esas sensaciones directas que son, justamente, las que transmiten los colores”, cuenta mientras sacude su paraguas en forma horizontal, primero; vertical, después; como si estuviese pintando esa obra que imagina cargada de sentimientos y se escurre la saliva inmediatamente después de contar un dato que relevante, pero justo antes de reírse.
Es Eduardo De Laudano. Director y maestro. El hombre de pelo blanco que viaja desde su Lomas de Zamora actual, todas las semanas, cargando las mismas ilusiones que en su juventud, con el teatro bajo el brazo.
Fuente: Prensa Municipal