Por Susana Spano – El domingo 13 de mayo, el Centro de Egresados del Colegio Nacional – Proarte Mercedes – presentó en la audición 484 al maestro Ralph Votapek, artista internacional fuertemente ligado a nuestra ciudad, que ha visitado en distintas ocasiones.
La Música es un universo tan poblado e infinito que requiere de músicos que al interpretarla establezcan sus diferencias y particularidades. Su tarea, pues, no consiste en la imitación pura sino en desarrollar un estilo propio, que haga de cada una de sus interpretaciones algo único, irrepetible y mágico.
Quienes tuvimos el privilegio de estar presentes en el recital del maestro Ralph Votapek, vivimos esa magia. Su arte traspasó los horizontes ordinarios, las fronteras comunes y llegó hasta nosotros, con la fuerza creadora que solo un gran artista puede trasmitir.
Primera Parte
El programa comenzó con dos Sonatas – en Mi Mayor, K. 257 y Re Mayor, K. 461 – de Domenico Scarlatti, compositor italiano que perteneció a la noble tradición de los clavecinistas – Bach, Handel, Purcell y Couperin –
Scarlatti es considerado un gran precursor de la escuela nacionalista española y podemos agregar, como dato interesante, que fue el primer clavecinista que practicó el cruce de manos en el teclado.
Sus composiciones poseen originalidad, vitalidad y una frescura que no envejecerá jamás, captando muchas veces el ritmo de canciones y danzas populares que se reproducen, graciosamente estilizadas, como en el caso de las sonatas elegidas para este concierto.
El toque del clavecín tiene características muy diferentes al del piano – de creación posterior -. El clavicordio era fuerte pero no tenía control de la dinámica, por lo tanto requería de un toque especial, más seco y preciso.
La interpretación que ofreció Ralph Votapek, se caracterizó por respetar esta premisa instrumental. Su toque limpio y claro tradujo la esencia del instrumento para el que fueron compuestas las obras. La interpretación remarcó el carácter vivaz y variado que indica el autor, sin dejar de lado una de las marcas de estilo más sorprendentes de Scarlatti: “la modulación” que el pianista supo transmitir con la maestría propia de su técnica superior.
A continuación interpretó la Sonata en Si Bemol Mayor D. 960 de Schubert.
La obra es una verdadera joya y muestra la madurez de un compositor que posee todas las claves de la forma, utilizando el piano con una extraordinaria libertad.
Escrita dos meses antes de su muerte, consta de cuatro amplios movimientos: I.- “Molto moderato”, II.-“Andante sostenuto”, III.- “Scherzo” y IV.- “Allegro ma non troppo”
I.- “Molto moderato”: a pesar de guardar la pura forma de sonata, está lleno de sugerencias. Su tema central es una bella melodía contemplativa, profundamente melancólica y de una gran serenidad. Adquiere tintes dramáticos en el siniestro trino que la circunda, para cerrarse en un “fortísimo”. La coda aparece plagada de silencios y el tema central se va desvaneciendo en una nebulosa similar a la que rodeó el comienzo
II.-“Andante sostenuto”: se desarrolla en una estructura tripartita que se resuelve en un pianissimo, tenue y delicado, que nos devuelve al clima de tristeza del movimiento inicial
III.- “Scherzo”: fluye ligero, refinado y etéreo. Se eleva como algo casi irreal y huidizo para concluir en el último movimiento
IV.- “Allegro ma non troppo” que combina las formas rondó y sonata, introduciendo un motivo tan delicioso como “aparentemente” intrascendente, al que sigue otro más sereno que retrotrae al clima inicial y concluye en la coda, con un arrebatado ”Presto”, que cierra la obra de manera brillante y rotunda
La interpretación del maestro Votapek estuvo enfocada en trasmitir un Schubert puro, de una belleza sublime y capaz de una gama dinámica enorme, diversificada en mil estratos, así como de una excepcional riqueza de matices en la pulsación
A través de sus tres sonatas finales, Schubert inauguró un mundo nuevo, que permite formarse una idea de lo que significó el Romanticismo en la música.
Votapek supo traducir ese ideal, haciendo de ello una realidad. Su extraordinaria interpretación de esta sonata única, describió con justeza las conmovedoras melodías, la riqueza armónica y la concisión rítmica de la obra, que no quedó sujeta a formas estrictas, sino que fue recorrida por una profunda sensibilidad, dejando en nuestros oídos una versión delicada, de alto vuelo y arrebatadora expresión.
Segunda Parte
La segunda parte del concierto estuvo dedicada a dos movimientos musicales significativos: el “impresionismo” y el “jazz”
Cuando se menciona la palabra “impresionismo” en música, es inevitable pensar en Achille Claude Debussy, maestro genial de la atmósfera y la emoción sutil, que creó un nuevo lenguaje. Él fue parte de un movimiento que luego se denominó “impresionismo musical”, una categoría que se anticipa a las vanguardias y bucea, en nuevos hallazgos tímbricos, los extremos de la armonía, la pulverización de la melodía y los “colores inauditos”, devenidos en sonidos.
Es habitual relacionar al “impresionismo” con la pintura, sin embargo estuvo más cerca de un gran movimiento literario – el simbolismo – y especialmente centrado en dos grandes representantes: Mallarme y Baudelaire – poeta favorito de Debussy, junto con Allan Poe –
Como los simbolistas literarios, Debussy fue el gran alquimista de las correspondencias musicales con elementos de la naturaleza, por ejemplo: el mar. En muchas de sus obras tradujo la rara simbiosis en la que unió, sonoramente, música y agua en movimiento.
Ralph Votapek interpretó en su concierto tres piezas del músico francés: Danse, Nocturno y La Isla Alegre – L’isle joyeuse-
Cada una de las obras tuvo el toque y la intención propia que Debussy impuso a las mismas pero, particularmente en la Isla Alegre, el intérprete alcanzó un momento único en su interpretación.
La partitura está inspirada en el célebre cuadro de Watteau “El Citerea” – una isla del Mar Jónico, donde los Céfiros condujeron a la diosa Afrodita, después de su nacimiento en el mar, según el mito -. El cuadro representa a unos personajes peregrinando hacia esta maravillosa isla del amor.
Según opinan muchos expertos, este “peregrinaje” musical es arduo para cualquier pianista y constituye un verdadero desafío a la hora de enfrentar las dificultades que la obra posee.
Ralph Votapek brindó una versión inolvidable de La Isla Alegre, no solo desde lo técnico, sino también en la interpretación. En una verdadera filigrana sonora envolvió a los espectadores en un clima donde se vivenció la gracia del toque, por momentos casi etéreo al transmitir el suave vaivén de las olas, hasta la fuerza de las turbulencias del mar, cuando lo agita la tempestad que desemboca en el abrupto final.
En el cierre del concierto, el maestro Votapek ejecutó una serie de obras de George Gershwin que volvieron a refrendar la ductilidad de este gran artista.
Como muchos maestros de la cultura más plenamente americana, Gershwin fue un hijo de emigrantes. Se crió en las calles tumultuosas de Brooklyn donde el ruso y el yídish se oían más que el inglés. Tuvo la suerte extraordinaria de que su vocación musical despertara justo en los tiempos del estallido del jazz, de la edad de oro del vaudeville y de los musicales de Broadway y, a pesar de su temprana muerte – a los 39 años – dejó un legado musical trascendental que lo convirtió, quizás, en el primer compositor de importancia característicamente americano. Basta recordar algunos nombres: Rhapsody in Blue, para piano y banda de jazz; Un americano en París, de carácter sinfónico; su Concierto en fa para piano y orquesta; sus Preludios para piano; su ópera Porgy and Bess, etc.
Ralph Votapek cerró su brillante actuación en el Colegio Nacional con una serie de obras dedicadas al gran compositor norteamericano que transmitió, en una interpretación de idioma jazzístico incuestionable, con garra y electricidad interna que contagió a la platea, poniendo en evidencia su ductilidad, única, al adaptarse a estilos de música tan diversos como los que abordó en el programa propuesto.
La respuesta final del auditorio no se hizo esperar y, de pie, los aplausos y los “bravo” estallaron en la sala.
El bis fue el broche de oro que colmó nuestras expectativas, al entregarnos una sublime versión del Nocturno N° 2, en mi bemol, de Chopin, donde expresó, acertadamente, el notable carácter poético, su original melodía y la excepcionalidad de los matices, hasta en el más sutil detalle.
El 13 de mayo próximo pasado tuvimos el privilegio de reencontrarnos con el genio de Ralph Votapek.
Escucharlo fue una experiencia insuperable que trajo a mi memoria un pensamiento que escribió Beethoven y define a este gran artista…
“Los músicos estamos tan cerca de Dios como el hombre puede estar. Escuchamos su voz, leemos sus labios, damos a luz a los hijos de Dios, que cantan su alabanza. Eso es lo que son los músicos”.
¡Gracias, Maestro Votapek!
VER ENTREVISTA de SUSANA SPANO a RALPH VOTAPEK: AQUI (https://www.facebook.com/RadioFenixMercedes/videos/1768926413161716/)