“Ser periodista es tener tinta por sangre, sentidos atentos y un disco rígido con contenido actualizable”

Por Clarisa Altieri* – Cuando Luciano me pidió que hablara en el acto protocolar, como a muchos de ustedes, le dije que no. Después de repensarlo, le propuse hablar a la noche. Sabrán entender que en el MAMM, al igual que en los otros museos de la ciudad, cubrí cientos de muestras y eventos culturales. Eso y que en la esquina de 25 y 16 había viento, sol de frente y hasta los árboles se achicaron.

Pensé las palabras que diría y leería. Pensé en ser solemne. Pensé en esa rata de biblioteca que llevo adentro y buscar citas de Mariano Moreno y Rodolfo Walsh aprovechando la muestra que se inauguró. Pero luego recordé que a nuestro alrededor los sandwichs de miga, el salame, el pan y sobre todo el vino, abundarían y ahí supe que nadie prestaría atención a la frase dicha por un abogado de 1810 o por un periodista que en los años ’50 investigaba los fusilamientos de José León Suárez.

Evocando a Camilo José Cela, me pregunté: “¿Qué sabemos los periodistas de nuestro oficio?”. Entonces me recordé a mí misma como consumidora de medios locales, como estudiante de Comunicación y como periodista. A mi cabeza llegaron las imágenes televisivas de Talín en el viejo Canal 5, o presenciar el «tipeo» de Fifo en su máquina de escribir cuando iniciaba sus Ventanas.

El año compartido en la radio con Héctor y con Juan de Dios. Las notas deportivas – en especial sobre bochas – del Gordo Tessore y las desgrabaciones de Miguel que en sus últimos años no sabía utilizar el zoom de la cámara y se acercaba o alejaba él tapando a todos los que estábamos detrás (práctica que parece haber heredado su hijo).

Entre los recuerdos aparecieron la invasión que hacíamos con los chicos del barrio a los primeros estudios de FM Mercedes, donde Guevara padre desde los micrófonos avisaba a nuestros padres que estábamos con él en la radio. También, la memoria me llevó de nuevo a Telecable y verlo a Oscar con su Revista TV pintado sobre cartón como escenografía. Más acá y ya estudiando, soportar las conferencias de prensa de grupos de cumbia sólo para que Pauli, Fernando y Radio Vida tuvieran en su discoteca lo último de la movida tropical en los años ’90.

No compartí trabajo con Teobaldo, pero sí con Américo. Conocí de primera mano las historias de él y la linotipo del Diario El Oeste que hoy, jubilada, engalana el Museo Míguez. Ya en la actualidad, memoricé como en cada mañana, el zapping radial me hace escuchar a Octavio, a Rolo y a Melo. Y por qué no aprovechar alguna intervención para pelearme con Alberto y mostrarle el grado de machismo que tiene, aunque él no quiera reconocer.

Cada mañana, salir a la calle significa escuchar un nuevo chiste “subido de tono” – por no decir verde – de Maneco o retar a Marcelo para que modere sus piropos engolados con voz de locutor. En esas mañanas compartidas con el Flaco, Carlitos o José, bancando tiempos muertos hasta que Esteban deje de hablar de futbol y de la Liga Mercedina. Y “pelear” con Alfredo para que baje el volumen de la radio y no haga interferencia con el móvil.

Mañanas vividas con Yesica en donde me vuelvo una Guía T, o para los más modernos, el Google Maps, y que no se pierda en las calles de Mercedes. Ya todos sabemos, y tal como dice Brea, que el “condado de Gowland” se independizará y será ella la que lo gobierrne.

A mi me memoria vienen también los días de clases de educación cívica y organigrama municipal a Andrea, y otras para Yanina dándole los nombres de cada uno de los entrevistados. Más acá, explicarle a Mariano cómo funciona el Concejo, qué es una ordenanza y una resolución y cuándo se trabaja en comisión y cuándo sobre tablas. Cosas que yo misma aprendí del Reo hace casi 14 años cuando aceptó que colaborase con él al presentarme en la redacción del semanario.

También recordé enojarme a los gritos con el otro Walter porque cambiaba mis notas. Un solo ejemplo les cuento porque me parece emblemático. Llamó Héctor en vez de Roberto a mi papá en una nota escrita por mí. Recuerdo la voz de Juancito que cada verano sigue la carrera de ciclismo y luego escribe las notas en la web que Cristián creó hace más de 10 años y en la que supe colaborar cuando él se iba de vacaciones. Me viene a la cabeza los encuentros en eventos culturales con Susana y Marcelo y los viajes en autobomba con Graciela para cubrir algún incendio. O el vuelo en globo aerostático con Ricardo.

Por supuesto que me estoy olvidando de alguien. No lo duden. No se preocupen. Es mi subconsciente que tiene toda la intención de no recordar otras cosas.

El periodista no sería tal si no tiene del otro lado la información a transmitir o a una persona a entrevistar.

A mi cabeza llegan situaciones vividas con entrevistados. Diferentes momentos. Recuerdo ese entrevistado, o entrevistada, que ante una pregunta que no supo responder titubeó, calló, pidió que corte y después dice: “no me podes preguntar eso”. «¿Y qué queres que te pregunte? ¿de qué color es el caballo blanco de San Martín?. Te pregunté los proyectos a corto plazo, no las fórmulas de física cuántica».

También está ese entrevistado, o entrevistada, que te pide que le hagas photoshop o que le cambies la fotografía que seguís publicando desde hace cinco años en donde sale con pulover en la edición de enero. O ese que te exige leer la nota con antelación como si fuese tu editor. O esa persona que te pregunta de dónde sacaste la información como si no existiese una legislación que nos permite resguardar la fuente. O ese entrevistado, o entrevistada, que te responde con “chamuyo” como si resistiese a cualquier archivo.

Lamentablemente también está ese que se cree lobista y operador mediático que presiona con la publicidad y pretende conocer la tapa del otro día o exige que “no lo hagas quedar mal”. Ese que presiona y hasta puede amenazarte con sacar la publicidad si no lo reflejas de manera positiva. O ese que se enoja porque “le buscas la quinta pata al gato”, como si el trabajo del periodista no fuera ese.

Ojo, del otro lado también hay periodistas o dueños de medios que presionan. Que exigen mayor pauta publicitaria para ensalsar a una persona y levantar la imagen. Tampoco lo podemos negar, aunque no significa que esté bien o cumpla con la ética profesional.

 

Volviendo a esa rata de biblioteca que llevo adentro y a la pregunta de Camilo José Cela, sobre “¿Qué sabemos los periodistas de nuestro oficio?”, decidí destacar algunos puntos centrales del decálogo del periodista planteados por el escritor español sobre los que necesitamos reflexionar. En este decálogo planteado en 2001, Cela dijo que un periodista debe:

  • Decir lo que acontece, no lo que quisiera que aconteciese o lo que imagina que aconteció.
  • Decir la verdad anteponiéndola a cualquier otra consideración y recordando siempre que la mentira no es noticia.
  • Ser tan objetivo como un espejo plano. La manipulación y aun la mera visión especular y deliberadamente monstruosa de la imagen o la idea expresada con la palabra cabe a la literatura pero jamás al periodismo.
  • Callar antes que deformar. El periodismo no es ni el carnaval, ni la cámara de los horrores, ni el museo de figuras de cera.
  • Ser independiente en su criterio y no entrar en el juego político inmediato.
  • Aspirar al entendimiento intelectual y no al presentimiento visceral de los sucesos y las situaciones.
  • Resistir toda suerte de presiones: morales, sociales, religiosas, políticas, familiares, económicas, sindicales, etc., incluidas las de la propia empresa.
  • Recordar en todo momento que el periodista no es el eje de nada sino el eco de todo.
  • Huir de la voz propia y escribir siempre con la máxima sencillez y corrección posibles y un total respeto a la lengua.
  • Conservar el más firme y honesto orgullo profesional a todo trance y, manteniendo siempre los debidos respetos, no inclinarse ante nadie.
  • No ensayar la delación, ni dar pábulo a la murmuración ni ejercitar jamás la adulación.

“El respeto a la verdad, el sencillo e inmediato homenaje que día a día ha de prestarse a la verdad, debe guiar a todos y cada uno de los pasos del periodista que aspire a representar su papel con dignidad y grandeza o, lo que es lo mismo, con eficacia, y a no ser merecedor de la reprimenda que Graham Greene dirigió a Anthony Burgess: ¿Está usted mal informado o padece la torpe enfermedad del periodismo, dramatizar los sucesos en detrimento de la verdad?”, agrega Cela.

Ser periodista no es ser gacetillero. No significa copiar y pegar notas de otros medios sin citar sus fuentes. Ser periodista no es juntar publicidad para tener plata y no producir contenidos.

Hacer periodismo es dar un servicio a la comunidad, pero también es un trabajo. Como tal implica un trabajo intelectual, conocimiento, calle, pasión, tener empatía, pero también ser críticos y lo más imparcial posible.

Así como ser conscientes de lo que se está comunicando, cómo se está comunicando, a quién le estamos hablando y el efecto que esa información puede producir en ese otro que nos escucha o nos lee.

Ser periodista es tener tinta por sangre, sentidos atentos y un disco rígido con contenido actualizable diariamente. El periodismo se vive, se ejerce, se piensa, se repiensa. PUNTO Y APARTE!

En fin. Feliz día del periodista… PUNTO FINAL

 

*Periodista de HoyMercedes.com

Texto leído en el ágape de celebración del Día del Periodista organizado por la Municipalidad  de Mercedes en el MAMM (Museo de Arte de Mercedes)

 

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