Por Susana Spano – Hace cuarenta y siete años vive en la calle que lleva su nombre, por iniciativa de sus vecinos.
Ha desempeñado distintas tareas en la sociedad mercedina concejal; periodista; escritor; miembro de entidades de bien público.
Cada una de las empresas que realizó fue exitosa, pero de todas ellas se destaca una, que dejó en él una profunda huella, ha sido y “es”: Maestro.
A través de su tarea incansable, fue sembrando letras, abecedarios, sumas y restas por el ancho camino de distintas escuelas rurales, en las que según nos cuenta “cuando llegué no había nada y, de a poco, fuimos construyendo un aula para que los chicos aprendieran”.
El tiempo ha ido desgranando días, horas y este hombre, inquieto y versátil, nunca dejó de enseñar, escribir y ayudar a quienes más lo necesitaban; siempre con una sonrisa, sin estridencias, atendiendo solo lo que su conciencia y rectitud le indicaron que debía hacer.
Hace años tuve el placer de conocerlo y lo que más me impresionó de él fue su temperamento e inteligencia, su poder de convicción y su gran voluntad, valores que se aprenden en el hogar, primero, y se cultivan con la frecuentación al buen saber, después.
Admiro su tarea inclaudicable como docente, porque se advierte su entrega en el trabajo y valoro sus méritos literarios, que han dejado páginas hermosas que pintan esa escuela rural, distante en el tiempo, pero cercana en el corazón
Formó una familia, tuvo cuatro hijos que lo adoran y sienten el orgullo de tener un padre que es un ejemplo.
Hoy,16 de octubre, cumple sus primeros y primaverales 90 años y estoy segura de que, en la calle que lleva su nombre, habrá una fiesta.
Y aquellos niños, que fueron sus alumnos, y recorrían distancias para llegar a la escuelita; hoy, convertidos en hombres, que guardan el recuerdo del maestro que les abrió el camino del saber le dirán: ¡Gracias, Roberto Otermin¡
¡Gracias… “MAESTRO”¡