Por Cristián Frers* La energía se define como la capacidad de realizar trabajo, de producir movimiento, de generar cambio. Es inherente a todos los sistemas físicos, y la vida en todas sus formas, se basa en la conversión, uso, almacenamiento y transferencia de energía.
La vida, en todas sus formas, es completamente dependiente de la energía. En todos los procesos vitales está involucrada la energía. Los vegetales consumen energía solar (energía radiante) para poder, a través del proceso fotosintético, elaborar sustancias energéticas (hidratos de carbono) que les permiten disponer de la energía química necesaria para desarrollar sus funciones vitales. Los organismos animales se nutren energéticamente, en forma directa (herbívoros) o indirecta (carnívoros) de los vegetales es decir de la energía solar.
El ser humano ha desarrollado, a través de su historia, sistemas de vida en los que además de la energía necesaria para su subsistencia biológica (alimento) consume energía para mantener y desarrollar sus sistemas culturales y satisfacer así necesidades extra alimentarias (vivienda, transporte, bienes y servicios). Para ello la humanidad ha recurrido al uso de distintas fuentes energéticas; en un principio fue el fuego, la energía solar, la energía animal, la energía eólica (viento), la hidráulica (agua)… y en los últimos tiempos, la energía de combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón) y la nuclear.
Las sociedades desarrolladas actuales, para su supervivencia, bienestar y confort, hacen un uso extremadamente intensivo de la energía.
La demanda global de energía va en aumento, impulsada por el crecimiento de la población con un nivel de vida cada vez mayor. Para 2050, se prevé que el número de habitantes del planeta alcanzará los 9.000 millones, casi 2.000 millones más de habitantes que en la actualidad. Muchas personas se sumarán a la clase media global y comprarán heladeras, computadoras y otros aparatos que consumen energía. En el caso de los autos, el número se duplicará o tal vez aumentará aún más.
Las ciudades son, cada vez más, el motor de la economía. Aproximadamente las tres cuartas partes de la población mundial vivirá en ciudades a mediados de siglo, lo que pondrá más presión en la obtención de recursos alimenticios, de agua y de energía, esenciales para el bienestar y prosperidad.
¿Hay conciencia de la relación que existe entre la calidad de vida y el uso de energía? ¿El consumo de combustibles fósiles actual es eficiente y son lógicos los usos que se hacen de la energía?
En Argentina, está claro que durante años hemos sido dependientes energéticamente, de los combustibles convencionales. Se ha perdido el autoabastecimiento energético y lamentablemente, muchas veces, había que importar energía para abastecer a los hogares y a las industrias.
Los subsidios a la energía solo han funcionado como parches que no han tenido mucha vida y que han empujado a los consumidores hacia uno de los problemas más graves que la población deberá enfrentar en los próximos años… El costo real de la energía.
El tema es que la oferta de la energía como subsidio, siempre ha nacido como oferta de los presupuestos del Poder Ejecutivo Nacional, con lo cual los empresarios saben bien que pueden estar subsidiados, en la actualidad, pero pueden perder esos beneficios en los presupuestos de los próximos años. Por este motivo, es que no se llevan a cabo inversiones y han utilizado esos subsidios de manera distributiva entre la población sin discriminar si ese beneficiario necesita que el Estado le subsidie la energía. Debería haberse subsidiado la demanda del producto y a aquellos segmentos de la población con verdaderas dificultades económicas. No es justo que cueste lo mismo el gas en una zona residencial que en una zona marginal.
No se ha sabido estimular cualquier tipo de inversión en materia de generación de energía, incluso varios emprendimientos que comenzaron a generar energía han encontrado inconvenientes para introducirla en la red y poder cobrarla.
El resultado que se ha obtenido es una matriz energética poco diversificada, dominada por fuentes de energía primaria no renovable (gas, petróleo, carbón, uranio) con mayores costos de explotación e impacto ambiental que los yacimientos no convencionales, aumentando significativamente el incremento de los gases efecto invernadero, al mismo tiempo, falta desarrollo tecnológico en energías renovables.
La generación nacional de energía está concentrada y en la mayoría de los casos lejos de los centros de consumo, como consecuencia se originan pérdidas e ineficiencias en la distribución de las mismas.
La falta de planificación estratégica en el corto, mediano y largo plazo en el desarrollo de energías alternativas, en nuestro país, fue y es altamente alarmante. Las energías renovables –eólica, solar, mareomotriz, geotérmica, hidráulica y la de biomasa- constituyen una alternativa esencial a los combustibles fósiles.
Aún queda mucho por producir, investigar, desarrollar y transformar en las energías renovables que se supone ya es una idea común en el desarrollo argentino, que repercutirá en la generación de empleo y en la integración territorial. El cambio de gobierno en el país, con la asunción de Mauricio Macri está propiciando la llegada de inversiones particularmente en áreas donde existe un atraso de infraestructura considerable… Esperemos que sea real.
La Argentina es uno de los países más ricos en el mundo en cuanto a recursos para las energías renovables. Tenemos recursos casi ilimitados para la energía eólica, en las costas marinas y en la Patagonia, principalmente; energía solar en el norte del país; y energía de las mareas en la larga costa marina que tenemos. El desarrollo de la tecnología, el incremento de la exigencia social y los costos más bajos de instalación y rápida amortización, están impulsando un mayor uso de las fuentes de energía de origen renovable.
*Cristián Frers – Técnico Superior en Gestión Ambiental y Técnico Superior en Comunicación Social (Periodista).