Lee el documento completo de la Comisión de Familiares en el 43° Aniversario del último Golpe Cívico Militar

Como cada 24 de Marzo en Plaza San Martín se lleva a cabo el acto por el Día Nacional de la Memoria. La Comisión de Familiares y Amigos de Detenidos, Desaparecidos y Asesinados por la Dictadura Cívico-Militar encabezan el mismo con participación de instituciones y sectores políticos y sociales. A continuación el documento completo leído en el 43° Aniversario del último Golpe Cívico Militar.

Hoy, 24 de marzo, «Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia», nos convocamos para reflexionar y hacer un ejercicio de Memoria Colectiva sobre la historia reciente de nuestro país. Recordamos el inicio de una etapa negra para la República Argentina, la de “el Golpe de Estado” y el comienzo de la dictadura cívico-militar que gobernó entre los años 1976 y 1983.

La discusión colectiva de los procesos históricos significativos del pasado nacional, permiten hoy una correcta valoración de los hechos, en tanto que sepamos considerar sus causas y sus consecuencias, y sirven además para establecer un puente, que facilite la comprensión de la realidad presente, de la que todos somos actores necesarios.

Es aquí, donde adquiere gran relevancia el poder conocer cómo se gestó “la impronta militante” que nos dejó esta generación de jóvenes, perseguida y asesinada por el Terrorismo de Estado.

Hacia finales de la década de 1960, en un contexto internacional convulsionado por los avances de distintos procesos revolucionarios  y al calor del descontento popular frente a las sucesivas dictaduras instauradas en la Argentina, tomó cuerpo un proceso sin precedentes de movilización de masas que tuvo como protagonistas al movimiento obrero y a la juventud, dando lugar así a una nueva militancia que venía a romper con las viejas estructuras.

Este proceso contestatario, expresaba en términos generales la lucha contra la arbitrariedad de los gobiernos dictatoriales y evidenciaba además una voluntad colectiva de alterar el orden económico-social vigente, es decir,  el de un capitalismo dependiente, al que se señalaba como fuente de las desigualdades económicas y de las injusticias sociales, sustentado en la explotación del hombre y en la dependencia del país.

Y en este contexto, bajo la expresión de un nuevo orden económico y social a construir, surgieron y se consolidaron una importante cantidad de grupos gremiales, políticos, estudiantiles, religiosos y sociales, conformados por un número cada vez mayor de jóvenes que encauzados en una militancia política y social, adherían a los ideales de un cambio, orientado hacia la construcción de un orden “más justo”. Una sociedad igualitaria, que garantizara a todos el acceso a la salud, a la educación, al trabajo, a la vivienda, a un “salario digno”.

Éste, que parecía ser un objetivo común, requería como condición necesaria e ineludible, la liberación nacional que pusiera fin en la Argentina, a su dependencia económica con el capital extranjero.

La consigna Liberación o Dependencia señaló un punto programático para las diversas organizaciones que actuaban en aquel complejo escenario y, aunque aún se presentaba como un punto discutible cuál sería el sistema económico apropiado, eso no impidió que se fuera conformando en diversas agrupaciones y espacios, una suerte de “cultura de la militancia”, que se caracterizó por un fuerte “compromiso con la realidad” y que convocaba a  “hacer algo” para combatir las injusticias del mundo, a través de algún tipo de participación en actividades sociales, gremiales o políticas.

El desafío planteado era inmenso y al calor de la conciencia política vigente, muchas agrupaciones militantes “profundizaron sus compromisos de lucha con los pobres, con los compañeros y con la causa revolucionaria que abrazaban”. Esa decisión significaba romper con la inmoralidad del sistema impuesto, aprendiendo a vivir de otra manera y desde un rol protagónico.

Sólo así, desde la reflexión sobre el contexto político que precedió al Golpe de Estado, es posible comprender la desbastadora acción represiva ejercida por las Fuerzas Armadas durante la última dictadura cívico – militar.

El inicio de este Proceso, al que autodenominaron de Reorganización Nacional, no fue otra cosa que una ofensiva generalizada sobre el campo popular, que requirió de una brutal violencia que garantizara eliminar a sus adversarios políticos  –tildados de  “subversivos”– y amedrentar a la población a través del terror, con el objetivo de poner fin a las experiencias políticas que planteaban la transformación en nuestro país, sobre nuevas bases económicas y sociales.

Bajo estas prácticas sistemáticas signadas por una constante violación a los derechos humanos, y que se encuadran en la Jurisprudencia Internacional como “Crímenes de Lesa Humanidad”, se cometieron delitos aberrantes: secuestros, privaciones ilegítimas de la libertad, torturas en centros clandestinos de detención, apropiación de recién nacidos, asesinatos y más de 30 mil personas desaparecidas.

Impusieron también un nuevo orden y disciplinamiento social, aboliendo toda clase de derechos y garantías constitucionales.

Aplicaron normas de acción psicológica manipulando los hechos y ofreciendo información pública falsa, tendiente por un lado a distorsionar su accionar e infundir temor en la sociedad argentina, y por el otro a ocultar sus crímenes. Publicaron así numerosas noticias sobre supuestos enfrentamientos cuando en realidad se trataba de asesinatos premeditados y por ellos consumados.

El andamiaje represivo de la dictadura también protegió y benefició a los grandes grupos económicos y dio sustento a la implementación de un modelo económico que priorizó el endeudamiento externo, desmanteló procesos de industrialización nacional y favoreció la especulación financiera, en tanto que profundizó la inflación a altas escalas y sometió al pueblo a un empobrecimiento creciente y estructural.

Desde el presente y desde la experiencia hoy podemos sostener que los derechos humanos son el fundamento esencial de toda convivencia, y que la justicia es la única forma de reparación posible. Por eso debemos recordar siempre a quienes protagonizaron las principales acciones  de búsqueda incesante de la verdad. Porque ellas, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, resistieron a la dictadura desde sus inicios en condiciones totalmente arriesgadas y a lo largo del proceso  han sido  el embrión de la conciencia y el compromiso de cientos de Organizaciones de Derechos Humanos que surgieron en la Argentina y que han contribuido a la recuperación de la verdad histórica, política y jurídica, demostrando la naturaleza digna de esa lucha. Nada de lo nuestro ha sido contaminado por el olvido o por la indiferencia y podemos afirmar que ellos están más presentes que nunca en nuestra memoria, en nuestros corazones y en la verdadera historia de los pueblos.

Este encuentro nos invita a reflexionar, a repensar y a decidir sobre nuestro rol como ciudadanos.

Las nuevas generaciones tienen atrás un pasado que no deja de transmitirse, de interpretarse y de juzgarse. Sigue estando tal vez como un legado político que se recrea en las actuales luchas.

La valoración crítica de esa militancia de los 60-70, nos devuelve esos ideales, esos valores y esas convicciones que hoy debemos resignificar. Por eso mirar hacia atrás, pensando en el presente y apostando un cambio hacia el  futuro, resulta fundamental.

Como sujetos sociales del ahora, la realidad también nos interpela en primera persona y nos pone en la disyuntiva de seguir pensando en una salida individual o en la de emprender de manera colectiva un camino de lucha orientado a romper definitivamente con los nefastos modelos económicos neoliberales y con las políticas opresivas que, sustentadas en el negacionismo de lo evidente y en el engaño, justifican el saqueo y el vaciamiento del país.

Reflexionar sobre lo que sucede cuando la democracia y el Estado de Derecho son violentados arbitrariamente, nos posiciona para entender que el presente y el futuro siguen siendo responsabilidad de todos sus actores políticos y sociales, y sin lugar a dudas tenemos la certeza, de que no es moralmente correcto mirar para otro lado colocándose en un rol apático o pasivo frente a tantas injusticias y a una realidad avasallante. Tal vez entonces, si logramos despertar como pueblo, nos demos la oportunidad de que llegue ese día tan anhelado en el que podamos vislumbrar un digno porvenir que incluya en igualdad de derechos y oportunidades a todos los argentinos.

A 43 años del Golpe de Estado enfáticamente decimos:

-Fue genocidio! Los desaparecidos son 30.000!

-¡No olvidamos y no nos reconciliamos! ¡No perdonamos!

No a la impunidad! ¡No a las prisiones domiciliarias! Cárcel común y efectiva, para

  todos los genocidas condenados en la Argentina por Crímenes de Lesa

  Humanidad.

-Restitución de la identidad a los jóvenes apropiados en su niñez.

-Apertura de todos los archivos de la dictadura.

Nos pronunciamos contra la criminalización de la protesta social y de la pobreza.

Reclamamos el fin del reforzamiento del aparato represivo y de la persecución a luchadores populares, y el cierre inmediato de todas las causas abiertas en su contra.

SOSTENEMOS LA MEMORIA, RECLAMAMOS LA VERDAD, LUCHAMOS CONTRA LA IMPUNIDAD Y EXIGIMOS JUSTICIO, CASTIGO Y CONDENA EFECTIVA A TODOS LOS CULPABLES.

Comisión de Familiares y Amigos de Detenidos, Desaparecidos  y Asesinados por  la Dictadura Cívico-Militar – Comisión Municipal por la Memoria de Mercedes 24-03-19

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