Cristián Frers* – “Tenemos que inspirarnos en la naturaleza en donde no existe el concepto desperdicio”
Hasta hoy, los datos que demuestran el deterioro del planeta son rotundos y evidentes. Significa que llegó el momento de pasar a la acción para proteger de manera eficaz el espacio en donde vivimos.
La preservación del ambiente se convirtió en más de una preocupación para los gobiernos y la sociedad en general. La acción individual enfocada en el cuidado del planeta es solo un pequeño grano de arena que puede transformarse en una acción colectiva a gran escala, generando un cambio sustanciala nuestro alrededor. Algunas de estas prácticas requieren la toma de medidas por parte de las autoridades o empresas, mientras otras solo requieren de la voluntad de cada uno y de alguna modificación en las costumbres.
Es necesario cambiar la forma de producir y consumir, basada en una economía lineal de extracción-producción-consumo-desperdicio. Es necesario pasar a una economía en donde necesitamos cerrar los ciclos de producción y mantener un flujo constante de recursos naturales.
Adam Smith no lo soñó; James Watts, tampoco.
El sistema de producción que existe hace más de dos siglos debería llega a su fin, si a los individuos le interesa seguir viviendo. El contexto es distinto al de los inicios de la Revolución Industrial y las industrias se enfrentan al desafío de producir de modo sustentable en el abastecimiento de materias primas por agotamiento de las fuentes y un consumidor más consciente son algunas de las razones que dificultan seguir haciendo negocios dentro de los parámetros del “producir, usar, tirar”.
En la actualidad, dos tercios de nosotros vivimos en ciudades, y tomamos de la naturaleza los materiales requeridos para construir carreteras, sistemas de transporte, fábricas hogares, escuelas, hospitales.
La urbanización, junto con una clase media en crecimiento, aumentó la demanda de bienes de consumo. En este siglo, excavamos, cortamos, perforamos o cosechamos treinta y cuatro veces más materiales de construcción, veintisiete veces más minerales, doce veces más combustibles fósiles y 3,6 veces más biomasa que en los siglos anteriores.
Repensar las estrategias de producción de bienes y en darle un nuevo sentido a la manera en que las personas se vinculan con ellos, están las bases de la llamada economía circular. Este tipo de economía se presenta como un sistema de aprovechamiento de recursos donde prima la reducción de los elementos: minimizar la producción al mínimo indispensable y, cuando sea necesario hacer uso del producto, apostar por la reutilización de los elementos que por sus propiedades no pueden volver al ambiente. Es decir, la economía circular aboga por utilizar la mayor parte de materiales biodegradables posibles en la fabricación de bienes de consumo –nutrientes biológicos- para que éstos puedan regresar a la naturaleza sin causar daños al medio ambiente, al agotar su vida útil. En los casos que sea imposible, utilizar un desacople sencillo para darle una nueva vida para reincorporar al ciclo de producción y reacomodar una nueva pieza. Cuando no sea posible, se reciclará de una manera respetuosa con el ambiente. La cantidad de materia prima nueva podría reducirse significativamente.
La adopción de procesos de retención de valor puede ser beneficiosa para los gobiernos, la industria y la gente. Los gobiernos tendrían menos desperdicios con los cuales lidiar y podrían generar empleos verdes y estimular el crecimiento económico; la industria podría reducir los costos de producción, evitar las limitaciones de recursos en el crecimiento del negocio y abrir nuevos segmentos de mercado; en tanto que los ciudadanos podrían beneficiarse de precios más bajos por ser productos restaurados.
Esta nueva economía deberá ser el centro de las agendas políticas.
*Cristián Frers – Técnico Superior en Gestión Ambiental y Técnico Superior en Comunicación Social (Periodista).