Por Cristián Frers* – Es vital que seamos consumidores informados a la hora de elegir los productos que adquirimos. Lo lógico sería elegir aquellas mercancías cuyos envases sean biodegradables. Como aún no es posible verlos en gran parte de ellos, elijamos entonces aquellos cuyos envases estén hechos con material reciclable.
Defender esta conducta nos convierte en mejores ciudadanos. ¿Cuántos vinculamos la forma de separar nuestros residuos con posibles inundaciones? ¿Cuántos las relacionan con el agua contaminada o con las enfermedades pulmonares y de la piel?
Es importante que reparemos en la huella hídrica y de carbono, a lo largo del ciclo de la vida del producto que adquirimos y consumimos en nuestros hogares. Debemos separar los residuos y esto debe ir acompañado con una recolección diferenciada y un manejo eficiente por parte de los distintos municipios.
La elaboración de bienes de consumo se viene produciendo de manera lineal: se extraen las materias primeras que se producen y luego se rechazan en su mayoría en basureros a cielo abierto. Desde hace unos años un concepto pretende transformar la producción lineal en circular, de tal modo que los residuos se conviertan en recursos con los cuales originar de nuevo bienes y servicios y cerrar así el ciclo de vida, imitando el ciclo biológico de la naturaleza. Este nuevo concepto plantea un modelo económico y beneficioso, caracterizado por el apoyo y el ahorro de recursos y fuentes de energía. Los bienes se originan, se consumen, se reciclan, se engendran y se vuelven a consumir, entrando en un ciclo de vida circular. Es una forma reciente, cada vez más extendido, basado en los principios económicos y en el ambiente; propone un modelo fructífero, y austero en términos de utilizar los recursos. A través de un modelo cuidadoso con el ambiente, se pretende posibilitar la máxima reparación y reutilización de las materias primas y de las fuentes energéticas, imitando el trabajo realizado por la naturaleza.
Los residuos sólidos urbanos o la basura que generamos en nuestros hogares no son ajenos a este tipo de economía. Una buena gestión consta de varias etapas que incluyen la generación, la recolección, el transporte, la separación, la transformación y finalmente la disposición final de los residuos para que no finalicen en los basureros a cielo abierto, como suele suceder en los distintos municipios.
El cambio que se intenta llevar a cabo sólo es una pequeña parte de todo un engranaje que pretende virar en las rutinas de consumo y desecho hacia un sistema mucho más eficiente y defendible y por ello se debe cuidar su buen estado.
En definitiva, para establecer esta economía efectiva es necesario cerrar el círculo de los ciclos de vida de los productos, mediante un mayor reciclado y de recuperación.
Es imperioso educar los hábitos de los ciudadanos y participar junto al municipio, haciendo cada cual su aporte a fin de evitar que los residuos finalicen su tiempo de vida en arroyos, lagunas o ríos, evitando que se tapen las alcantarillas y con ello previniendo inundaciones, por lo mismo no incentivando el aumento de basurales a cielo abierto, donde la quema del material plástico genera emanaciones altamente toxicas, en especial en lo niños e impidiendo que los líquidos que lixivian los restos de alimentos se transmitan a las napas de agua.
La economía circular nace de la evolución de diferentes conceptos medioambientales: la ecología, luego el medio ambiente, siguiendo con la sostenibilidad para ahora centrarse en esta especial economía. Un aspecto novedoso: los residuos es un recurso, que tiene un valor módico y de esta forma se reintegra en el ciclo económico de producción.
Así pues, dándole valor a los residuos, se activa una poderosa palanca de acción, de reciclaje muy importante en la sociedad, que puede contribuir eficazmente al aumento del reaprovechamiento.
*Cristián Frers – Técnico Superior en Gestión Ambiental y Técnico Superior en Comunicación Social (Periodista),