Por Cristián Frers*- En noviembre del 2006, tome unas muestras del agua del río Areco para realizarles unos análisis por P – PO4 fosfatos (detergentes), en la Facultad de Agronomía de la UBA – Catedra de Edafología – en el Laboratorio de Análisis de Suelos, Aguas y Vegetales a cargo del Ingeniero Eduardo Vella, porque evidentemente había algo que no estaba funcionando bien debido a la cantidad de espuma blanca que tenía el río a la altura del balneario municipal en la localidad de Carmen de Areco, Provincia de Buenos Aires.
En aquella oportunidad los análisis dieron 1,12 mg/l (ppm) superando los niveles internacionales de fosfatos en agua.
Los detergentes en determinada cantidad pueden tener efectos tóxicos en todos los aspectos de la vida acuática. Son los detergentes con alto contenido en fosfatos los más peligrosos ya que favorecen la proliferación de algas en agua dulce, a través de los nitratos. Las algas consumen oxígeno necesario para la vida acuática, así que al final muchas especies acaban desapareciendo. Los detergentes que contienen fosfatos a su vez tienen fósforo y nitrógeno que son nutrientes básicos para el desarrollo de las algas. Este tipo de detergentes están prohibidos en varios países como Alemania, Noruega, Italia, o Austria. En otros como en Suecia se ha pedido a los fabricantes que se faciliten alternativas de detergentes sin fosfatos. La Unión Europea prohibió el uso de fosfatos en jabones y lavavajillas para la ropa para reducir la contaminación de ríos, lagos y mares. Los fosfatos ayudan a ablandar el agua, así que hay países con aguas duras como Italia y España donde se usan más, pero estos compuestos se han demostrado son tóxicos. La legislación europea reduce a 0,05 mg/l de fosfatos. La alternativa es el uso de detergentes ecológicos.
En febrero del 2020, volví a tomar muestras de agua por el tema de los detergentes, en el mismo lugar que las había tomado en el 2006 y en esta oportunidad los análisis dieron 10,015 mg/l (ppm). En el mismo Laboratorio de Análisis de Suelos, Agua y Vegetales de la Facultad de Agronomía. Es decir, que a medida que van pasando los años, en vez de disminuir la cantidad de detergentes, continua “creciendo” el caudal de fosforo en agua.
Es obvio, que desde el 2006 hasta la fecha, se ha hecho poco y nada por el río; es por esto que unas de las medidas que yo impulsaría para buscar su saneamiento, o por lo menos a ayudar a que la contaminación no lo convierta con los años en una cloaca a cielo abierto, como ha pasado con tantos arroyos y ríos en nuestro país.
Muchas veces la falta de coordinación y de planificación de las acciones de los gobiernos locales, provinciales o nacional deriva en una total ineficacia de sus políticas, y significa, en las cuestiones de ambiente, la necesidad de volver al principio, a cero. Por ejemplo, las escasas veces que se establecen medidas anticontaminantes de los cursos de agua, se acciona contra diversas empresas, pero no se tienen en cuenta los basureros a cielo abierto, que siempre se encuentran a la vera de los ríos o donde se vierten líquidos cloacales sin tratamiento alguno, o simplemente se fugan efluentes con la complicidad de ciertos funcionarios cómplices.
Buscando una solución implementaría una solución biotecnológica que consiste en la instalación de humedales artificiales que actúan como filtros naturales. Ubicados entre la planta y los recursos acuáticos (ríos, lagos, lagunas), estos sistemas, además de no necesitar mantenimiento ni consumir energía eléctrica, cuestan menos que la cuarta parte de un sistema de tratamiento tradicional. Los humedales se construyen utilizando diferentes especies de plantas que abundan en la zona: totoras, repollitos de agua, camalotes o juncos.
En el imaginario popular los ríos siempre representaron las venas del planeta a través de las que corre el líquido elemento que alimenta, irriga y oxigena ese enorme cuerpo celeste que conocemos como el planeta tierra… Y hoy más que nunca salta a la vista que la manipulación de sus cauces es un tema muy delicado y que a menudo ha provocado más disturbios que soluciones a las poblaciones ribereñas.
Merecer el río significa saber hacer uso de él, amarlo, amar sus habitantes, su medio y fundamentalmente desear que nunca deje de ser lo que es hoy, para nuestros hijos y nuestros nietos; y actuar en consecuencia. Merecer el río significa respetar las reglamentaciones, educarse para adoptar una actitud que contribuya a mejorar las condiciones del mismo.
*Cristián Frers – Técnico Superior en Gestión Ambiental y Técnico Superior en Comunicación Social (Periodista).