Por Oscar Dinova – Nunca fui partidario de conmemorar las fechas necrológicas. Adhiero con fervor a los nacimientos. Pero hagamos una excepción con Carlos Gardel. Siempre es buena una ocasión que nos permita evocar su figura y su exquisito arte.
En su homenaje escribí, en 2014, Crónicas de Gardel en Mercedes donde decía: «No sólo partió de Mercedes aquel mediodía de Mayo de 1933, sino que pronto dejaría nuestro país para alcanzar la cima del estrellato y la fama mundial. Su vuelo sería corto pero irrepetible. El 24 de Junio del ´35 entraría definitivamente a la leyenda y la inmortalidad».
Los argentinos bien hubiéramos querido cambiar esta singular distinción por tenerlo varios años entre nosotros. Sus admiradores, de todos los países, miraron hacia Argentina como buscando una explicación, un por qué, pero él, como siempre, lo había cantado antes; «contra el destino nadie la talla». Cuentan que Buenos Aires amaneció muda, que la gente hablaba bajo, que todos tenían la sensación de haber quedado huérfanos, gustasen del tanto o no.
Tal vez desde ese día, fuimos un pueblo más triste, menos jovial, más desesperanzado. Quizás sea así, o a lo mejor no. Tal vez sea que no nos resignamos a semejante ausencia. O quizás no hayamos todavía entendido, que una voz como la de Carlos Gardel pasa una sola vez por la faz de la Tierra y que Dios nos la regaló a nosotros, para compartirla con el mundo entero. Los mercedinos podremos estar para siempre orgullosos de haberlo disfrutado un par de veces».
En Crónicas de Gardel en Mercedes, Pág 148. (Ed. Dunken, 2014). Oscar Dinova