Oscar Dinova* – Todos tenemos un origen y un lugar en el mundo. A veces la vida entera se resume en un acto, en un momento, en un gesto donde convergen las convicciones cimentadas a través de una vida, la forma de ser que hemos querido y podido ser.
17 de Agosto de 2013. Visitaba con mi madre, a Gral Rivas, el pequeño pueblo rural del vecino partido de Suipacha. Hacía 72 años que no volvía al que fuera su país de la infancia, la escuela hogar que la albergara para pasar junto a una tía-directora los dulces años de la niñez.
Yo preparaba material para escribir esa historia, una que conjuga el desarraigo familiar, el amor de madres postizas y un paraje de campo donde la patria tomaba significado. Recorrimos las aulas primarias, nos sentamos en fragantes y fieles pupitres, recorrimos las calles y casas con profunda emoción y en cada vereda, en cada árbol, ella recogía la historia de un país que se forjó con trabajo y tesón. Su propia historia.
Llegando a la plaza me mira a los ojos y me dice; “honremos al Padre de la Patria en su día”. Ahí estuvo y se detuvo durante largos minutos, en silencio, con recogimiento. No pude ni quise evitar sentir una emoción difícil de transmitir. Y entender que todo estaba dicho, nuestros orígenes, el mensaje fundacional de una proeza sin par, de hombres de carne y hueso, que resumidos en el nombre de San Martín siguen representando nuestra piedra angular, nuestro punto de partida, tantas veces decepcionado y al que siempre volvemos, con renovadas esperanzas de ser fieles con aquel mandato.
El sacrificio de una generación de hombres y mujeres que nos legaron un territorio y un sentido de las cosas. Un lugar, pero también un contenido de la vida, expresado en la honradez a ultranza, la entrega y el compromiso. Heredar la patria de celeste y blanco en cada día de la vida, en el trabajo, en la casa, la ciudadanía, en los afectos y la bondad. Nuestros padres fueron dignos sucesores del Padre de la Patria, levantaron bien alto las verdaderas banderas de la dignidad y el trabajo.
Mi madre se reencontró ese día con nuestras raíces, las del bien. Sé que estuvo en paz con su alma por estar entre las dignas descendientes de seres plenos, tal como ella lo fue. Y que hoy está en el cielo de los justos, para alentarnos a seguir. Para no desfallecer. Para que aquello siga valiendo la pena. Y a pesar de los dolores siga existiendo, acá, muy dentro. La Patria.
*Oscar Dinova, escritor 17 de Agosto de 2020