En Argentina NO solemos respetar a la madre naturaleza

Cristián Frers* – Los seres humanos vivimos en un espacio, en un entorno natural, rural o urbano y debemos entender que respetar este entorno es un deber que tenemos como ciudadanos. Las personas modificamos el ambiente con nuestras actividades: al talar árboles, al quemar combustible, al cultivar la tierra… puesto que somos miles de millones de personas y disponemos de mucha tecnología, estas modificaciones pueden ser muy importantes y afectar, en general, a todos los ecosistemas. 

Pero… ¿Sucede esto en Argentina? Veamos lo que ha sucedido en la Provincia de Santa Cruz. La ley 3.692, que fue aprobada en la legislatura santacruceña en noviembre del año pasado y publicada en el Boletín Oficial provincial Nro. 5.418 del 15 de enero de 2020, impide por el lapso de un año, prorrogables por otros doce meses, la creación de nuevas áreas naturales en el territorio de Santa Cruz. 

Prohibir la protección de la naturaleza es avanzar a contramano del mundo. Los únicos beneficiarios reales de la Ley 3.692 son los capitales, tanto nacionales como extranjeros,  que pagan grandes sumas a pocos terratenientes para desarrollar actividades extractivistas, obsoletas y cortoplacistas. 

Esta prohibición no sólo afecta al ambiente sino a la misma producción, a la que vez que evade y profundiza el problema de fondo. Santa Cruz tiene 24.4 millones de hectáreas, de las cuales terratenientes poseen 13.1 millones y sólo 1.8 millones se encuentran protegidas. La emergencia del sector rural no esta relacionado con la protección de la naturaleza. Las áreas protegidas proveen servicios ambientales como la captura de carbono, la polinización, el mantenimiento de la calidad y cantidad de agua, la protección del suelo, la flora y la fauna que favorecen al sector productivo y el bienestar humano. Esta rivalidad binaria naturaleza—producción es una mentira discursiva impuesta desde diferentes sectores. 

Muchas veces la falta de coordinación y de planificación de las acciones de los gobiernos deriva en una total ineficacia de sus políticas, y  significa -en las cuestiones de ambiente y de infraestructura- la necesidad de volver a fase cero. Por ejemplo, las  escasas veces que se  establecieron medidas de anti contaminación en los cursos de agua se acciona entonces contra diversas empresas, pero no se tiene en cuenta los basureros a cielo abierto, que siempre se encuentran a la vera de los ríos, o se vierten líquidos cloacales sin tratamiento alguno, o simplemente se fugan efluentes con la complicidad de ciertos funcionarios que  se hacen  los distraídos. Las políticas  dirigidas a frenar el daño que causa la contaminación deben total: si se emprende una campaña no se pueden dejar fisuras o empezar por los detalles ínfimos. No sirve llevar a los niños de los jardines de infantes a juntar papelitos, mientras se deja que una poderosa industria desvíe su efluente contaminante de la planta de tratamiento. No es eficiente hacer un llamado voluntario a un plan de producción limpia, al cual acudirán los que siempre colaboran, pues aquéllos a quienes la producción limpia no les interesa seguirán contaminando libremente. 

También se habla de incentivar la ECONOMIA CIRCULAR como una alternativa a la economía de mercado post PANDEMIA del Coronavirus, pero parece ser que en este país NADIE tomo en cuenta la IDEA como para impulsarla. Evidentemente, vamos a contramano de los países civilizados. 

El respeto por la naturaleza es, en primer lugar, una cuestión de sentido común. Es evidente que estamos destruyendo la naturaleza, es decir, el sostén de nuestras vidas. Está en juego la vida de millones de especies, incluida la nuestra. Por consiguiente, respetar la naturaleza es una cuestión de supervivencia. 

Si queremos respetar la naturaleza tenemos que encontrar, individual y colectivamente otro estilo de vida. No sólo se impone consumir productos más ecológicos, también hay que consumir menos, reciclar, ahorrar agua y energía, no utilizar productos tóxicos,… Es necesaria una reflexión continua sobre nuestra relación con el entorno y sobre nuestra responsabilidad en la contribución que podemos aportar al entorno para mejorarlo. 

Respetar el entorno y la naturaleza nos debe llevar a cambiar nuestra forma de vivir y nuestra actitud hacia el mundo y hacia nosotros mismos. En nuestra vida cotidiana las personas podemos realizar cantidad de acciones que contribuyan a la mejora del entorno a partir del respeto de los lugares donde vivimos (barrio, pueblo, ciudad). Actuar y reflexionar de una manera más concreta sobre el ámbito de la escuela, el barrio… es una manera de intervenir sobre procesos que, a la larga, transforman la sociedad de manera global. 

*Cristián Frers – Técnico Superior en Gestión Ambiental y Técnico Superior en Comunicación Social (Periodista). **

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