Por Cristián Frers* – Hace treinta años, se cocinó un audaz plan para persuadir al público de que el cambio climático no era un problema.
Una reunión, poco conocida, entre algunos de los mayores actores industriales de Estados Unidos de Norteamérica y un genio de las relaciones públicas forjó una exitosa estrategia cuyas devastadoras consecuencias están a nuestro alrededor, aunque los científicos avanzaban rápidamente en la comprensión del cambio climático, y que su importancia en la agenda política era cada vez mayor.
«Creo que es el equivalente moral de un crimen de guerra», aseveró el ex vicepresidente Al Gore sobre las medidas de las grandes compañías petroleras para bloquear cualquier tipo de legislación a favor del ambiente y contra la contaminación. «Estoy convencido que, en muchos sentidos, es el crimen más grave desde la II Guerra Mundial. Las consecuencias de lo que se ha hecho son casi inimaginables. Sabiendo lo que sé hoy, ¿habría hecho algunas cosas de forma diferente? Quizás, probablemente».
¿Cuáles son las consecuencias de estas acciones? Más de 3,5 millones de personas corren el riesgo de perder sus viviendas en Florida por los huracanes y la subida del nivel del mar, un problema del presente, no del futuro, que afecta ya a sectores como el inmobiliario y el de seguros.
Ocho de las diez ciudades estadounidenses que se verán más gravemente afectadas por el calentamiento global en los próximos años son floridanas: St. Petersburg, Tampa, Bradenton, Jacksonville, Naples, Fort Myers, Miami y las de los cayos.
Hay evidencias significativas y con un alto nivel de confianza que indican que las alteraciones de las actividades humanas están produciendo, a través de la emisión de gases, el incremento en la frecuencia y la intensidad de las olas de calor.
El calentamiento global, producto de una acumulación inédita de gases de efecto invernadero en la atmósfera, debido centralmente a la utilización de combustibles fósiles, la destrucción de bosques nativos y los cambios en los usos de la tierra, alcanza niveles históricos y sus consecuencias cada vez son más evidentes. Eventos climáticos extremos como fuertes precipitaciones, inundaciones récord, olas de calor, sequías, incendios y mega tormentas son cada vez más cotidianos.
Sin embargo, lo más preocupante no es que este episodio de temperaturas extremas confirme de nuevo las advertencias sobre el calentamiento del planeta, sino que lo que viene es todavía peor, esto es solo el principio, pues las emisiones que causan el cambio climático siguen aumentando en la atmósfera y múltiples señales apuntan a serias dificultades en el camino político de la lucha contra el cambio climático.
El cambio climático promovido por los seres humanos es el que provoca que las situaciones de calor y frio extremos se tornen más frecuentes y prolongadas según el hemisferio.
En el futuro las olas de calor serán normales y veremos extremos aún más fuertes. Hemos lanzado tanto dióxido de carbono a la atmósfera que la tendencia negativa continuará en las próximas décadas y de momento no hemos sido capaces de reducir nuestras emisiones mundiales
Es probable que tengamos en Argentina una primavera y un verano más cálidos de lo normal. Hay que tener en cuenta que hubo registros de temperaturas extremas el último verano, por lo que es probable que tengamos una primavera y verano más cálidos de lo normal, con olas de calor más frecuentes.
La descarbonización es un proceso que implica la transición hacia energías verdes, renovables y menos contaminantes, economías bajas en carbono o en combustibles fósiles, con el propósito de disminuir las emisiones de dióxido de carbono y otros gases dañinos para el ambiente. Esto se logra reemplazando los combustibles fósiles por electricidad, como fuente principal de energía. De este modo se podría alcanzar una economía global que permita la neutralidad de carbono gracias a una transformación de las energías.
Una de las principales barreras para este proceso es que los combustibles fósiles (carbón, gas y petróleo) siguen siendo la mayor fuente de producción de energía eléctrica, muy por delante de la nuclear y de las fuentes renovables, es por este motivo que la descarbonizacion es imprescindible que comience a tomarse en serio, hoy por hoy ya que no hay otra alternativa.
En Argentina, a pesar del crecimiento reciente de la energía solar y eólica, la dependencia histórica de las fuentes de energía térmica sitúa la combinación de energía renovable del país en un nivel relativamente bajo: 10.8%. Este lento avance se debe a un número de barreras, como la dependencia energética de los combustibles fósiles, el acceso restringido a soluciones de servicios ecológicos financieros, el grado de control del mercado por parte de los estados, y los marcos y prácticas deficientes que influyen en los objetivos de emisiones.
Para conseguir estos cambios debe lograrse una transformación energética. Esto implica que los procesos de producción de energía cambien hacia métodos más limpios. En otras palabras, sólo deberían emitir compuestos que la atmósfera pueda absorber.
Todas estas medidas que se basan en la reducción del carbono generan grandes impactos sobre la economía, la sociedad y el ambiente. Esto significa que sus beneficios sin dudas tienen un valor más alto que el retorno de la inversión implicado. Por este motivo, hay que expresar que los conjuntos de medidas orientadas en la reducción de emisiones de carbono son fundamentales para lograr cambios que marquen una gran diferencia.
*Cristián Frers – Técnico Superior en Gestión Ambiental y Técnico Superior en Comunicación Social (Periodista).