Por Susana Spano – Santiago Loza es un cineasta y dramaturgo argentino contemporáneo reconocido, no solo en nuestro país, sino en Latinoamérica y Europa.
La característica principal de su producción es indagar, sin concesiones, en sus personajes analizándolos en sus más recónditos intersticios, para exponerlos ante el espectador.
El 18 de noviembre, Jorge Naipauer, estrenó en el Teatro Talía: “He Nacido para Verte Sonreír” de Santiago Loza.
La obra se inicia en la sala de una casa de clase media donde una madre y su hijo, aguardan la llegada del padre, con el que van a iniciar un viaje incierto.
En las indicaciones escénicas que el autor proporciona, los personajes no tienen nombre – excepto la madre a quien designa: “Miriam”. Según los estudios antroponímicos se considera que el nombre Miriam es una variante del nombre hebreo Miriam y del árabe Maryam, que significa “eminente”.
El hecho de que los personajes carezcan de nombre, induce a pensar que Loza remite al arquetipo y, en el caso de la Madre, aunque posee uno, es el de “Madre” como un ser superior, elevado y prominente.
Miriam aborda un “monólogo” en el que intenta llenar de palabras el silencio abismal en el que su hijo está inmerso. Su discurso comienza a guiar al espectador por la rutina diaria y, de manera subrepticia, despliega una interpelación a su “yo” a quién están dirigidas sus palabras; esta técnica nos lleva a un momento esencial de la obra donde experimentamos la catarsis, el espejo y la identificación con lo que está sucediendo en ese presente discursivo que tan bien maneja el autor.
A medida que el discurso de la Madre progresa, lo intelectual, lo reflexivo, lo lógico desaparecen, manifestándose de un modo muy profundo, lo emocional y lo primitivamente humano. Ese lugar donde uno puede meterse adentro del otro para reconocer lo propio.
Así, le dirá a su hijo:
“A veces me sorprende tener un cuerpo.
Y de que vos hayas salido de ese cuerpo”(…)
A partir de esa afirmación, en la mujer se produce un ir y venir, donde el presente se mezcla con el pasado que interpela y, por momentos, la transforma en una criatura extraviada de sí misma, queriendo reencontrarse en el tránsito de ese recorrido.
Más tarde aparece el verdadero centro de la cuestión: el amor por el hijo con quien se siente una unidad:
(…) “Un hijo parte de una. Es un desprendimiento que una tiene del cuerpo. Algo que se formó y sale. Y una mira esa cosa con asombro.
Me refiero a que te tuve tan adentro que te conozco mejor de lo que llegué a conocerme a mí misma”
Con esta afirmación, aparece el deseo de la Madre y éste no es algo que se pueda soportar o resultar indiferente para la otra parte. “Siempre produce estragos”, afirma Lacan. Su versión de la madre, es la de un ser esencialmente insaciable, omnipotente, bajo cuyas fauces se aloja el hijo.
(…) “Vos saliste desde ahí dentro.
Por eso te manifestaste.
Sos mi continuación. Por eso te conozco tanto. Mejor de lo que nunca vas a llegar a conocerte” (…)
El final se aproxima y la Madre, parece volver a la realidad que la traspasa; esa voz contradictoria que la atravesó como un torrente se aquieta, y sobreviene el final, donde al enfrentar al hijo, comprende que, aunque esa unidad no exista, aunque estén quebrados, el deseo máximo de estos personajes, finalmente, es ser y poder reconocerse en el otro.
Una obra narrada desde una sola voz, por momentos dulce e ingenua, por otros áspera, ardiente y avasallante, ejerce sobre el espectador una suerte de fascinación fundada en el discurso de la Madre y el silencio proyectado hasta la categoría del grito en el hijo, exige de una puesta refinada y poética .
Jorge Naipauer es un director de excelencia y consigue crear un clima de irrealidad, donde los actores se mueven en una especie de “danza metafórica” que tiene una dinámica dramática extraordinaria.
Una referencia aparte merece el tratamiento que el director hace de la luz, al transformarla en un personaje más de la obra, creando un clima intimista y bucólico, que hacia el final deja conmovido al espectador.
Las actuaciones de Paula Celeri y Chipy Romero cumplen con las expectativas del texto. Destacamos la fluidez corporal de Romero y su expresividad manifiesta en cada una de sus intervenciones.
Otro hallazgo de la puesta fue la incorporación de la música de violín, a cargo del Maestro Norberto Minces.
En suma un espectáculo exquisito, que se despide este fin de semana y no hay que dejar de ver.
Reservas: 2324-641621 / 2324-585300