Por Oscar Dinova – “Todo en el universo tiene ritmo, todo baila” (Maya Angelu, artista africana)
Cuando mi hijo, Francisco, me dijo hace un tiempo que había logrado acordar la presencia de Raly en el Teatro Argentino Julio César Gioscio, tuve, no sólo la alegría de la noticia, sino la convicción que disfrutaríamos de uno de los grandes músicos argentinos de los últimos años.
El pasado viernes 3, a las 21.30 hs fue la cita. El espectáculo ofrecido y construido junto al público desbordó toda expectativa imaginada. Dos horas de intensa comunión entre un artista popular de jerarquía internacional y un nutridísimo auditorio de mercedinos y visitantes que no cesó de participar en todas las instancias promovidas por este gran cantautor, que acrecienta lo mejor de la música argentina.
Con la mágica compañía de anécdotas que nos traían su infancia en Santiago, la figura entrañable de su madre, el patio sencillo de una casa de pueblo, sus primeros amores, las canciones se fueron desgranando una a una con el arrullo cómplice de los presentes.
Pudimos saber de instrumentos, sus orígenes y formas de tocarse, la amistad con otros músicos que influyeron en su carrera, y la maestría interpretativa en piano, guitarras, charango y bombo. Un placer.
Pero faltaba más aún; con la llegada de las chacareras se hizo más cierto que nunca los dichos de Maya Angelu;… ”todo el universo tiene ritmo”.
De pronto, el teatro en su plenitud pareció cobrar vida y como por arte de magia los sentados escuchas se convirtieron en docenas de parejas de baile que cubrían todos los espacios. Con sus brazos y manos flotando en el aire parecían llevar la sala a un lugar impensado, un cielo terrenal donde poder refugiarnos de todo dolor, de toda acechanza. Ahora entendíamos el pensamiento de J.P. Richter… “La música es la poesía del aire”.
En lo personal, fue, para mí, una noche significativa; como suelo hacer cada vez que nos visitan artistas de esta talla, puse en manos del intérprete un ejemplar de mi Crónicas de Gardel en Mercedes, que Raly aceptó con gran ternura y simpatía. Hojeó sus páginas y mostrándolo respetuosa y agradecidamente a todos, se preparó para regalarnos dos tangazos fuera de programa; Soledad y Volver, los dos del Zorzal Criollo. ¿Qué más podíamos pedir?
Se fue terminando la velada, con sus últimas canciones, los bises y el agradecimiento final de un músico completo, sencillo y profundo a la vez, coherente a través de toda su carrera entre sus decires y su arte. Son los que cimentan nuestra identidad, los que engalanan los tiempos de logros y atenúan los de fracasos, llamándonos siempre a seguir perseverando, a no olvidar nuestros orígenes.
Salimos de la sala con el alma llena y la alegría en los rostros. Había música en el aire, una pizca de lamento por el tiempo que voló y la esperanza de que este nivel de espectáculos se vuelva a repetir muy pronto.
¡Gracias Raly por tu arte! ¡Ya te estamos extrañando!
Oscar Dinova, textos.
Diana Manos, fotografías.