Por Cristián Frers* – Es el momento de velar por proteger la naturaleza y preservar los ecosistemas. Aún estamos a tiempo de revertir la pérdida de la diversidad biológica, debemos comprender que es la única manera de restaurar y mantener un planeta sano, y las vidas que encontramos en esta Tierra.
Teniendo en cuenta que en la actualidad estamos en presencia de un complejo entramado de problemas y conflictos ambientales, producto muchas veces, de no considerar las características de los sistemas naturales que componen el ambiente.
La biodiversidad posee un valor intrínseco independiente de las necesidades de los seres humanos. Asimismo, constituye el sustento de la mayoría de las actividades humanas y la base de una gran variedad de bienes y servicios ambientales que contribuyen al bienestar social. Provee materias primas, alimentos, agua, medicamentos, materiales para la construcción, combustibles, entre muchos otros. También aporta servicios ecológicos relacionados con las funciones de los ecosistemas, como la regularización del clima, la fijación de dióxido de carbono, la recuperación de la fertilidad del suelo, la amortiguación de las inundaciones y la descomposición de residuos. Además brinda un aporte clave para mantener la variedad de recursos genéticos de cultivos.
Como escribió el biólogo estadounidense Edward O. Wilson en su libro La diversidad de la vida: «Este es el ensamblaje de vida que tardó miles de millones de años en evolucionar. Engulló las tormentas, las incorporó en sus genes y creó el mundo que nos creó a nosotros. Es lo que hace que el mundo se mantenga estable».
Lo mejor que puede hacer el ciudadano común es organizarse para exigir a través de estructuras legales establecidas o de organizaciones de la sociedad civil y producir así importantes cambios.
Los principales factores directos identificados como responsables de la degradación de los sistemas terrestres, marinos y de agua dulce son los cambios de uso del suelo, la sobreexplotación de plantas y animales, el cambio climático, la contaminación y las especies exóticas invasoras.
La pérdida de vidas y de bienes debido a los fenómenos meteorológicos extremos; la agudización de la pobreza y la inseguridad alimentaria tras sequías e inundaciones; el malestar social y el incremento de los flujos migratorios; y las enfermedades de origen zoonótico que ponen de rodillas al planeta.
Sabemos lo que está ocurriendo, conocemos los riesgos y también las soluciones, y es urgente llevar a cabo un plan que una al mundo contra este desafío existencial. Un plan que se acuerde a nivel global y se ejecute a nivel local y que fije objetivos medibles para la naturaleza y con un plazo determinado. Un futuro positivo para la naturaleza requiere cambios transformadores que abarquen todo el sistema: cómo producimos y consumimos, la tecnología que usamos y cómo gestionamos nuestros sistemas económicos y financieros. Impulsarlos equivale a pasar de hablar de metas y objetivos a hacerlo de valores y derechos, tanto en la concepción de políticas como en la vida cotidiana.
Por lo tanto, conservar y utilizar sosteniblemente la biodiversidad es una forma de preservar la estabilidad de los ecosistemas de los cuales obtenemos los servicios esenciales para el desarrollo humano.
La biodiversidad tiene un papel importante en la identidad de los ciudadanos, en su producción y en el desarrollo cultural; es una fuente de inspiración, producción y recreación para distintos grupos humanos. En el ámbito cultural y artístico la diversidad de formas de vida constituye la base del conocimiento, creencias religiosas o filosóficas, que orientan el estilo de vida de las personas: es importante cuidarla ya que ponemos en peligro nuestra propia existencia como especie.
El ambiente es valioso y su custodia depende del hombre: su cuidado es un deber ético. Una gestión inteligente de los recursos naturales implica contemplar la naturaleza en forma integral, reconociendo las relaciones y los procesos generales, los ciclos del agua, los climas en cada región, los procesos de erosión, entre otras medidas.
La biodiversidad tiene un valor intrínseco que es preciso proteger. En cierto modo, la naturaleza no tiene precio, pero ante todo debemos tener claro que la diversidad constituye una reserva de recursos, que a su vez pueden utilizarse para aumentar el potencial económico.
Entonces, sería bueno reflexionar sobre el grado en el que estamos involucrados con nuestro entorno, sin olvidarnos que la Tierra es nuestra casa. ¿Qué es lo que hacemos día a día para aportar nuestro granito de arena a la conservación de la biodiversidad?
*Cristián Frers – Técnico Superior en Gestión Ambiental y Técnico Superior en Comunicación Social (Periodista).