Cristián Frers* – El período 2023 – 2027 será probablemente el más caluroso jamás registrado, debido al impacto de los gases de efecto invernadero y el fenómeno meteorológico El Niño, que están provocando un aumento de las temperaturas.
Existe un 66 % de probabilidades de que, durante este periodo, se supere la barrera de los 1,5 grados y un 98 % de probabilidades de que al menos uno de los próximos cinco años, así como el lustro en su conjunto.
Estos datos no significan que se vayan a superar de forma permanente el nivel de 1,5 °C previsto en el Acuerdo de Paris, que se refiere al calentamiento a largo plazo durante varios años. Aun así, se da la voz de alarma sobre el hecho de que se van a superar el nivel de 1,5 °C de forma transitoria y cada vez con más frecuencia.
Ya se sabe que 2023 será uno de los más calurosos registrados, con las temperaturas promedio en todo el mundo 1.2º C. Este año será el décimo consecutivo donde las temperaturas globales estén por encima de un grado de lo que solía estar hasta que el humano empezó a incidir directamente en el cambio climático.
Esto tendrá repercusiones importantes sobre la salud, la seguridad alimentaria, la gestión del agua y del ambiente. Es necesario estar preparados.
En Argentina, estos cambios han provocado un aumento en la frecuencia y la intensidad de eventos climáticos extremos, como inundaciones, sequías y olas de calor. Se ha observado un aumento en la temperatura media del país y una disminución en la cantidad de precipitaciones en algunas regiones.
Es necesario informar a gobiernos y responsables de políticas sobre la situación actual y futura del clima global y las acciones necesarias para abordar la crisis climática.
¿Los líderes políticos están trabajando para implementar medidas que reduzcan las emisiones de gases de efecto invernadero y mitiguen los efectos del cambio climático?
No puede haber más excusas. Los Estados deben adoptar, en consulta auténtica con todas las partes interesadas afectadas, cambios legislativos y de políticas inmediatos para abandonar de forma gradual, pero con rapidez los combustibles fósiles y llevar a cabo una transición energética urgente y justa que respete los derechos humanos y proteja a las comunidades que actualmente dependen de economías basadas en los combustibles fósiles, a los pueblos indígenas y a otras personas.
El verdadero cambio es posible. Ha habido avances considerables en las energías renovables que pueden reducir enormemente la dependencia global de los combustibles fósiles. Reconocer que la mejora de la eficiencia energética y el desarrollo del transporte público son fundamentales nos conducirá a una trayectoria más sostenible. El potencial de inversión está disponible para construir sistemas energéticos enteros basados íntegramente en energías renovables.
La tecnología solar, eólica y de baterías de bajo costo se encuentran en etapas rentables y exponenciales que, de mantenerse, serán suficientes para reducir a la mitad las emisiones resultado de la generación de electricidad para el año 2030. La energía eólica y solar ahora superan regularmente a los combustibles fósiles en varias partes del mundo. De continuar así, el crecimiento de la industria de los vehículos eléctricos tiene el potencial de alcanzar una participación de mercado del 90% para el 2030, pero solo si esta dirección es respaldada por fuertes políticas públicas.
Si se desarrollan de manera responsable, se pueden aprovechar estas tecnologías y, potencialmente, trabajar aún más en las no probadas para reducir las emisiones potenciales, sin embargo, se necesita que los gobiernos impulsen este progreso.
Si no se toman medidas inmediatas y concertadas, no será posible limitar el aumento global a 1,5 ˚C en este siglo. Hay que apartarse del camino que se sigue actualmente rumbo a un aumento de casi 3˚C. Los efectos de la inacción ya son evidentes en forma de fenómenos meteorológicos más extremos.
*Cristián Frers – Técnico Superior en Gestión Ambiental y Técnico Superior en Comunicación Social (Periodista),