«Nunca más volví a tener amigos como los que tuve a los doce años. Cielos, ¿acaso alguien sí?» (de la película Cuenta Conmigo)
¡Vaya este pequeño homenaje a mis amigos de la niñez, cuando todos éramos pequeños y teníamos ligeros los pies y ancho el corazón! (O.D)
Era el comienzo de la década del ´60. Mi padre era convocado a su primer trabajo fuera de Mercedes y nosotros conocíamos nuestro primer desarraigo. Luego vendrían otros. Pero yo no quería dejar mi barrio y la cosa estaba fulera…
«Lo cierto es que estaba en esa frontera incierta que separa el puntinazo del padre del plumerazo de la madre cuando desde el fondo de la calle todos ven venir a Cocó con un bulto entre los brazos. Cocó era mi amigo del barrio y de la infancia. Ya pasábamos largas horas de juegos en una u otra casa, distante media cuadra la una de la otra.
Su papá le había regalado para su cumpleaños un enorme auto azul de carrera, grande como la mitad de su cuerpo. Páhhh!! Era la cupé de Juancito Galvéz , el gran campeón de automovilismo, admirado por todos los hinchas del turismo carretera. Era un chiche de ensueño.
– Tomá, me dice. Te lo presto para que jugués en Cachabucho. ¡Cuidálo, eh!
Yo no sé si fue la carcajada general por el furcio o el gesto puro de un amigo de oro, pero se aflojaron todas las tensiones y las lágrimas de mamá brotaron en silencio. Así puestas las cosas largué la maltrecha planta, abracé el auto azul y le di un beso a Cocó que sonó estruendoso en la vereda silenciosa.
Ahora la que lloraba era Elida, la mamá de Cocó.
A veces parece, que ser buen amigo es más contagioso que pelar cebollas».
De Cucha Cucha – Chacabuco en El Tren de la Vida (Oscar Dinova Dunken, 2017).
