Por Oscar Dinova – «No recordamos días, recordamos momentos» – César Pavese, escritor italiano.
Pertenece casi a la magia el encuentro entre la literatura y la realidad, así como el hecho de ver un sueño transformarse en un acto de la vida. ¿Cuál fue primero nos preguntamos? Soñé porque lo viví, o estoy viviendo lo soñado…
Así hemos transitado estos días. La llamada de una amiga me alerta de un testimonio, alguien que estuvo en una historia de mis libros, muy precisamente de un Cuento; Una Niñez en Gral. Rivas, está entre nosotros. Los corazones se agitan, la convocatoria surge y el encuentro se pacta para un sábado.
Mi madre, había vivido hermosos e inolvidables días en un pueblo rural; Gral Rivas. Fue en la década del ´30 cuando su madre, Angélica, -mi abuela- la envió desde Tuyutí, para poder hacer la primaria en un lugar confortable, seguro y acogedor: la Escuela N°3 de ese pueblo.
Su castillo-escuela estaba conducido por una tía, delgada, comprometida, inquebrantable ciudadana: la tía Mita Cerisola. Ahí conoció mi madre los juegos, estudios, las fiestas escolares y populares, la compañía de una mascota increíble y por sobre todo a sus amigas de la infancia, con las que hacían y deshacían el mundo, todo estaba permitido… menos aburrirse.
Entre ellas, una gurrumina vivaz y movediza; Elsita. Con ella compartirá la rayuela, las muñecas, bañar a Polito y sobre todo cantar y bailar canciones infantiles, muchas canciones, el tiempo las llevó lejos.
Han pasado más de ochenta años…
De pronto, la tengo frente a mí, como salida de un deseo otorgado por un hada madrina. Vivaz, amable, con una voz serena y firme desgrana para nosotros sus dulces recuerdos, esos que atesoró durante décadas, como la guardiana de un invalorable tesoro; los juegos de la niñez en el patio de la escuela.
-Tu madre acá en la foto es la que tengo aquí, me dice, señalándose el corazón, se reía mucho y jugaba siempre con nosotras… ¡y nos retaba! No puedo olvidar esa vez que cantábamos La Farolera y nosotras decíamos saltando sin parar… “La farolera trompezó y en la calle se cayó, y al pasar por un cuartel se enamoró de un coronel”.
-Chicas, chicas, nos dijo Nelly, no se dice “trompezó, se dice tropezó”.
Ella vivía con la maestra-directora-mamá postiza, dentro de la escuela. La corregían y ella nos corregía.
Acá está, la niñita que trompezaba. Con sus flamantes 93 años, una sonrisa contagiante que resuena en la casita paqueta y un jardín pleno de flores. Cerramos los ojos y nos dejamos llevar. Las escuchamos descubriendo el universo en ese patio de baldosas, preparándose sin querer, para la gran aventura de la vida.
Así como mi madre, Elsa Bagnera, esta hermosa mujer, tejió de la mejor manera el destino de sus días, tuvo hijos, nietos y biznietos. Cuidó de los suyos y sigue habitando la casa paterna. Tiene el don de la memoria y cuida celosamente de las personas que ahí habitan… Como mi madre, Nelly Conde, que vive para siempre en su corazón.
Gracias Elsa por traerla hasta nosotros, celebremos tu vida.
Oscar Dinova, escritor-relator mercedino
Fotos: Diana Manos
Contacto: Delia Ferretto